17. Segunda parte

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Me levanté del columpio y me incline frente a Jessica. Busqué su mirada por más que ella intentaba evitarla. La sujeté por la barbilla y le dije:

—Mereces mucho más de lo que tienes. Y esos recuerdos que te hacen sentir ganas de desaparecer... deberían ser borrados. Si me dejaras ayudarte y confiaras en mi, todo seria más fácil.

—No se pueden borrar los recuerdos que me lastiman, cuando aun sangro día tras día—las lágrimas cayeron por mis mejillas y un dolor agudo me oprimió el pecho.

Acaricié su cabello y contuve las ganas de llevarme la mano hasta el pecho. Sentía una punzada que me estaba desgarrando por dentro y no iba a desaparecer hasta que ella estuviese más tranquila. Por más que me empeñara en evitarlo me estaba debilitando y volviendo a tener esas sensaciones humanas que había creído imposibles. Si hubiese estado con vida creo que hubiese llorado junto con ella pero ya no poseía lágrimas y eso solo me hacía parecer más insensible de lo que creía que era. No soportaba ver esa mirada triste y saber lo mucho que sufría desde que era una niña.

—Sé que aun no lo recuerdas y no puedo decirte nada, pero se que alguna vez fuiste feliz —le dije sin dejar de acariciarla. —Y se que volverás a serlo —la abracé con firmeza y la estreché contra mi cuerpo para protegerla de esa maldita tristeza que seguía persiguiéndola.

Me quedé inmóvil sin saber como reaccionar, esto realmente me había tomado por sorpresa, estaba luchando contra aquellos recuerdos tormentosos, los cuales me hacían sentir insignificante y lastimada, sin olvidar que mi hermano ya no estaba para protegerme, como lo había hecho antes. A veces no entendía porque tenía que vivir en un mundo tan cruel como este, quizás la muerte me resulte más placentera que esta vida llena de dolor en la que siento que ya no respiro más. Sin poder luchar por un segundo más abrace a Nicolas por el cuello con todas mis fuerzas, mientras lloraba desconsoladamente sintiendo como mi corazón se desgarraba con cada lágrima y cada recuerdo.

—Ayúdame, por favor —le pedí mientras lloraba. —No me dejes morir —lloré con más fuerza y oculté mi rostro en su hombro sin ser capaz dejar de abrazarlo.

—Puedes estar tranquila, porque no dejaré que eso suceda, te doy mi palabra —besé su cabeza y la abracé midiendo mi fuerza para no lastimarla. —Me gustaría poder llorar contigo, pero los muertos no poseemos lágrimas. Lo cual no quita que sienta que me estoy muriendo.

Me aparté solo un poco para mirarla a los ojos, sujeté su rostro entre mis manos y me quedé viendo sus labios. Entonces mi corazón que permanecía muerto comenzó a sentirse en marcha, era como si volviese a latir o al menos era una sensación muy parecida. Me había atrevido a confesarle que estaba muerto y estaba nervioso por no saber cómo se lo tomaría. Siempre había tenido miedo de decírselo pero si yo lo sabía todo acerca de ella, Jessica tenía derecho a saber que estaba frente a una especie de fantasma que ya no podía hacer prácticamente nada de lo que ella hacía.

—Lo que estás viendo es solo un envoltorio. Mi aspecto no refleja lo que en realidad soy y se que puede ser algo repugnante besar a un cadáver de 200 años.

—No me importaría tener que besar a un fantasma —le sonreí.

Miré sus profundos ojos grises y pude ver dentro de él, tal como lo había hecho antes de que todo se estropeara por el mal entendido, entonces acaricié su mejilla.

—Cuando estás conmigo me siento perfecta, pero cuando te alejas siento que me derrumbó. Eres tan hermoso que temo que desaparezcas —miré sus labios y volví la vista a sus ojos.

—No pensé que escucharía una palabra amable de tu parte, parecías tan insoportable—sonreí y acaricié sus labios.
—Yo no soy bueno con las palabras, pero tengo mis propias tácticas.

ARCADIA: La Guerra por el EquilibrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora