32. "De regreso a casa"

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Jessica se encontraba apaciblemente dormida sobre su cama mientras que los primeros rayos de sol hacían su aparición, posándose sobre la ventana. Acaricié su mejilla lentamente a la vez que la veía dormir. Me había quedado cuidándola durante toda la noche, solo para cerciorarme de que ese vejestorio no volviese a molestarla, ni él ni ninguno de sus secuaces. Ese directorio no hacía más que limitarnos y darnos dolores de cabeza con sus malditas reglas obsoletas. Por lo cual ya iba siendo tiempo de que pasarán a la historia, para que se implementarán nuevas medidas. Aunque si de mí dependiera escogería la anarquía y me encargaría de derrumbar esa maldita academia, junto con todos los que la conforman, a excepción de mi supuesta familia. Gracias a Jessica las cosas habían mejorado y aprendimos de los humanos a comportarnos como si en realidad lo fuéramos. Algo de esa humanidad extinta había revivido después de tantos siglos, solo por convivir entre los mortales.

Estaba absorto en mis pensamientos cuando ella se acomodó sobre la cama y dejó escapar una especie de suspiro.

—¿Qué hacíamos en tu sueño?—le pregunté en cuanto sus ojos se abrieron.

—¿De qué hablas? —le pregunté con voz perezosa.

—Estabas suspirando mientras dormías—sonreí.

—Eso no es cierto—me senté sobre la cama.

—¿Entonces por qué te sonrojas?

—No estoy sonrojada—le mentí, a pesar de que mis mejillas me delataban, como de costumbre.

—Y yo no vele tus sueños durante toda la noche—le respondí siendo irónico.

—Eso me parece tierno—sonreí para devolvérsela, puesto que sabía que no era uno de sus adjetivos favoritos.

—¿En qué momento invertimos los papeles?—le pregunté frunciendo el ceño.

—En el momento en que decidí dejar de ser tierna—contuve la risa.

—No podrías dejar de serlo, sin importar cuánto te esforzaras—le dije seriamente.

—Tal vez podría ser una chica ruda si me lo propusiera—me levanté de la cama.

—Dejaré que la vida me sorprenda—la seguí con la mirada.

Me gustaba ver lo tranquila y lo cotidiana que solía ser su vida al menos por las mañanas. Parecía una chica como cualquier otra con sus hormonas revueltas y sus preocupaciones mundanas, pero sabía que en su interior se escondía muchísimo más que eso. Ella era la elegida y el peso del equilibrio recaería sobre sus hombros dentro de poco. A menos de que pudiese encontrar la manera de evitarlo. Tal vez estaba siendo egoísta, pero me gustaba tal como era y no quería que su existencia cambiara en lo más mínimo, como tampoco quería que lo hiciera ella. Jessica era perfecta y no necesitaba ser una diosa, ni tener superpoderes para tenerme hechizado.

—Si no te molesta, quisiera tener un privado y humano momento para darme un baño—volteé mi rostro para decirle, a la vez que cerraba las puertas del armario, sosteniendo algunas prendas en uno de mis brazos.

—Estoy seguro que a tu padre le dará gusto verme tan temprano—le dije irónicamente.

—Mi padre estará encantado—le sonreí.

—No me cabe la menor duda.

—Creo que...tengo una cita con la tina.

—La tina puede esperar a que me des los buenos días—sonreí a la vez que me levantaba de la cama y avanzaba hacia dónde estaba ella, como lo haría un humano ordinario.

—De acuerdo. Buenos días— lo bese en la mejilla.

—Sigues siendo un poco mezquina—le dije seriamente.

ARCADIA: La Guerra por el EquilibrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora