Lunes.
Acabo de volver a casa tras un día largo de instituto. Parece que el peso del mundo entero se haya concentrado en una mochila que es la que llevo colgada.
No quiero ni pensar en la montaña de exámenes que tengo para el resto de la semana. Me duele.Al llegar a la puerta de casa, tiro la mochila al suelo y me agacho para sacar las llaves. Sin esperármelo... me caigo al suelo, dándome en la cabeza por una fuerza que venía contra mi.
Una fuerza que me ha hecho daño en la cabeza.
Una fuerza que me está pasando la lengua por toda la cara.
Una fuerza comúnmente llamada perro.
Y una fuerza a la que le tengo pánico.– Perdónala, es que no nos ve desde que la dejamos en la perrera para después de la mudanza traerla. Se llama Pippa.
– Ah... –acaricio a la perrita, ahora ya ambas más tranquilas.– pues habéis tardado meses en recoger...
Paro de hablar en el instante en el que me fijo en Harvey. Lleva toda la pierna llena de yeso y vendas. Con la boca abierta, lo miro a la cara. Él, nervioso, se ajusta la gorra.
– ¡¿Como te has hecho eso?!
– Oh... em... no es nada, la verdad.
– ¿Y si no es nada porque la venda es tan grande?
– Es para una obra de teatro. –ríe– y estoy practicando.
Lo miro, con ambas cejas alzadas. El sabe que no le creo.
– ¡Que no miento! –empieza a saltar, ahora con un pie, ahora con el otro, después con los dos...
Y no hay que ser una genia para deducir que esa amplia sonrisa que enseña los dientes, es para disimular el dolor que está pasando.
– Vale vale. Para. Lo pillo. No es de verdad. –miento, solo para que deje de hacerse daño.
Al ver tanto movimiento, Pippa se lanza sobre su dueño haciendo que él se caiga y grite del dolor.
– ¿Ahora tampoco duele? –digo con ironía.
Me siento demasiado cruel, así que me levanto para ayudarle. Como no pesa dos quilos, me cuesta levantarlo.
Tanto, que cuando por fin reúno todas mis fuerzas y lo levanto, caigo hacia atrás, y él cae encima mío.Ninguno tiene el valor de decir nada. No quita sus manos de encima de las mías, y a mi no me molesta que no lo haga.
Todo seria bonito y romántico si no fuese porque casi me clava la gorra en la frente, y está apoyando el yeso en mi pierna derecha. Pero aún así, no puedo ni quiero empujarlo lejos de mi.
– ¿P-perdón? –digo con un tono un poco chillón.
– No pasa... nada.
Por primera vez en todo este rato, aparta la mirada, hacia un coche cerca de nosotros. Parece ver algo, porque no vuelve a mirarme.
Hace gestos de no saber que hacer, después de que la bocina del coche suene unas... viente veces seguidas.
Decido hacer algo. Deduzco que la persona del coche sería... su madre.
Suavemente, lo aparto de mi, dejándolo sentado en la hierba. Pippa está sentada, impaciente. Me levanto y lo ayudo a él, esta vez regulando la fuerza que uso.
– Bueno... pues... eh... tengo que irme. –señala con la cabeza el coche, con las manos en los bolsillos.
– ¿Y Pippa?
– Iba a dejarla aquí. No podemos llevarla hacia dónde queremos ir. Aunque si tú pudieras...
– ¿Cuidarla? –digo, muy convencida.
Mi historial de heridas con perros no es algo de lo que me guste hablar. Tengo traumas con ellos. Que si, que hay perros muy buenos y tal y cual pero... les tengo pánico extremo.
– Te pagaría... –insiste.
– ¿Cuanto tiempo dices que estaréis fuera?
***– Eres una vendida. –ríe Alba a través del teléfono.
– ¡No te rías! ¡Te he llamado porque necesito quitarle la correa, no para que me juzgues!
– Quitarle la correa no tiene que ser difícil.
– Al último perro que se lo hice me mordió toda la mano. –me quejo.
– Bien, pues pregúntale a tu hermano. ¿No fue él quien estuvo de cuidador de perros durante dos años?
Piip piip piip piip
Sam ha terminado la llamada.Subo las escaleras de dos en dos con Pippa detrás. Sin picar a la puerta, la abro de un golpe. Marcos se asusta y grita con un tono demasiado agudo.
– Ayuda.
– Oo... ¿lo has adoptado? Dime que lo has adoptado. Oooix que monada. Guapo guapo guapo. ¿O eres guapa? Pues guapa guapa guapa. ¿Te gustan los mimitos eeh? Yo te doy más. ¿No te habrá hecho nada malo la nena esta no? No no no no. Más le vale. Guapa. Guapo. Ay ay ay. Guuuuuapa. –hace morritos y besa a Pippa en el hocico. Ella saca la lengua.
Creo que se puede notar el amor que mi hermano le tiene a los perros, todo lo contrario a mi, que me está dando un ataque de pánico pensando en lo que me pasó la última vez que besé a un perro en los morros.
— No, no lo he adoptado. Es la perrita de los vecinos.
– ¿Y te has ofrecido a cuidarla? ¿TÚ?
– Me pagan. –digo, orgullosa.– el caso. ¿Como le quito la correa?
Mi hermano me mira con una cara de esto-es-obvio-principiante. Hace un rápido movimiento con los dedos. Tan rápido, que a penas puedo apreciar lo que ha hecho. Y pum. El collar cae al suelo.
– Aprende del maestro... –alza las manos, como un oso cazando su presa— bum.
–Si, ya. –llamo a Pippa y salimos.
Me sigue hasta mi habitación, donde se sienta a mi lado en la cama. Ahogo un grito, pero me callo al ver que... no me muerde. No se me lanza a la cara. No me araña con las uñas.
Simplemente... se acurruca a mi lado y apoya la cabeza en la parte alta de mi pierna.Por instinto, levanto la mano. La acerco lentamente a ella, que ha cerrado los ojos, y parece que sonría. Toco su pelaje, algo tan suave que podría hacerlo todo el día. Y la acaricio. Sin darme cuenta, estoy sonriendo.
– Que rápido crecen... –escucho decir en un tono dramático falso.
Alzo la cabeza, pero ya es demasiado tarde, porque lo único que escucho son los pasos que vuelven a la habitación de mi hermano.
Niego con la cabeza, aún con la sonrisa en la cara.¿Que me está pasando? ¿Por qué no le he insultado? Oh, dios mío... será cosa de los perros. Si, será eso.
¿Tres cientos votos? ¿Ósea jelou?
¿2k leídos? ¿Ósea jelou x2?
Dos mil trescientas gracias!

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DIFERENTES (Completada)
Fanfiction- Así que... gemelos. - Aha. -responden a la vez. - Ahora entiendo que fueseis iguales. - ¡No somos iguales! Somos diferentes. -..... sois gemelos. - Si, pero somos muy diferentes. - Si tú lo dices... *** Prohibido el plagio a esta novela, sed creat...