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– Goguedogueguigar... –digo, casi en un susurro, sujetando mi cuello con las manos.

Juro que si pronuncio una palabra más mi historia termina aquí.

– ¿Que tienes que mear?

<<Estupido>> pienso. <<me estoy ahogando, joder>>.

Señaló mi garganta, frenéticamente.

– ¿Te ahogas? –asiento con fuerza y a la vez, alivio– mierda. Digo... eh... yo... tu collar! ¡Te aprieta demasiado! –grita de la nada, señalándome con su brazo (ya sin yeso).

<<Oh, no. No lo harás. No lo harás>> repito continuamente, en mi mente. Intento convencerme de que no hará lo que estoy pensando.

Sin previo aviso, acerca su maldita mano hacia mi cuello y de un tirón, arranca el collar de mi. Me lo arrebata. Sin parecer importarle una pizca lo que esa piedra significaba para mi, la tira, lo más lejos que puede.
Llena de rabia, alzo mi mano y le propino un fuerte golpe en la mejilla, con la mano abierta.

De la fuerza que he usado, el chocolate ha cedido y lentamente y poco a poco, va bajando por mi garganta, dejándome la libertad de hablar.

– No debí haber aceptado jugar a los retos contigo, ¡para distraernos de los exámenes! –recrimino. Tengo los nervios y el miedo a flor de piel– te... ¡te odio! –escupo con rabia.

Harvey parece estar en shock, ya que no responde. Yo aprieto los puños. Mi respiración es rápida y agitada.
Y es cuando pienso, que quizás me estoy pasando con él. Quizás solo tenía la intención de ayudarme y que no me ahogase, pero... no puedo evitarlo. Debo culpar a alguien de lo que le ha pasado, y la única persona a la que puedo culpar es a él.

– Y-yo... no... –empieza, pero no me veo con valor de escuchar sus disculpas. No si su intención no era la que pensé en un principio.

– No. No lo digas. Lo siento, no había pensado en que no lo habías hecho a posta. –interrumpo, cortante, ya más relajada.

Parece captar el mensaje, porque se gira y corre en la dirección en la que antes tiró el collar. Pocos minutos después, se acerca hacia mi, con el collar entre manos. Con cuidado, me lo entrega. No sé cómo he podido pensar esto de el. Que lo ha hecho a posta para molestarme. Siento gratitud hacia el, así que me inclino a darle un abrazo.

Estoy teniendo cambios de humor muy bipolares. Suelo tenerlos ya de por sí, pero cuando son más extremos...
Oh, mierda. Eso solo puede significar una cosa.

Andrés está por llegar.
***

Lunes.

Ayer mamá consiguió arreglar una pequeña parte de la piedra que se había caído. Lo cortó de otras partes, por lo que ahora llevo colgado un corazón, precioso.

Me he despertado a mi hora normal, pero un inconveniente rojo y sangriento me ha impedido seguir con mi rutina de cada mañana. Para haceros una idea, mi pelo encrespado agarrado en una coleta, mi ropa de chandal y mis ojeras os lo dejan ver claramente. Me duele mucho la barriga.

Subo al autocar y me siento al lado de Margareth. Hoy, por extraño que suene, la veo diferente. Se ha puesto maquillaje. Lleva el pelo suelto, no en un moño como siempre.

– Buenos días. –saluda, alegre.

– Buenos días. –respondo– ¿como es que hoy está tan guapa?

– Oh, hija. No pensé que se notaría tanto. –ríe suavemente– me apetecía arreglarme, no sé la causa, pero si sé que se siente bien, lucir así.

– Pues que sepa usted que le queda muy bien. –afirmo, sonriente. Entonces, me doy cuenta de lo que verdaderamente quiero preguntarle– por cierto... ¿no se llamará tu nieto... Harvey o... Max?

– ¡Si! Son ambos mis cariñosos nietos.

Asiento, en silencio, mientras observo lo orgullosa que parece de ellos. Entonces, son hermanos. Y ella es verdaderamente su abuela. Harvey me mintió.
Pero como puede ser que siendo hermanos, y viviendo en la misma casa, ¿jamás haya visto al segundo nombrado? No tiene lógica. Me siento como una ciega que no consigue ver la realidad, y aún más en un día como este, me frustra.

El autocar para delante del instituto después de una larga charla con la abuelita, sobre mis estudios. Me hubiese gustado seguir con el tema que habíamos adquirido, pero rápidamente, ella ha lo ha cambiado.
***

– Estas hecha toda una bipolar. –saca como conclusión Alba, cuando he terminado de contarle lo ocurrido.

– Andrés. –bajo el tono de voz– ya ha llegado, joder.

–  Uf... lo siento tia. –se lamenta, con un tono quizás demasiado pijo– pero mira el lado bueno. No estás embarazada. –concluye.

Asiento, mientras el timbre que indica el comienzo de la primera clase suena. No lo mejora para nada.

Aaa estoy tan nerviosa por enseñaros los demás capitulooos. Tengo muchas gaanaaaaaas

LEER ESTO POR FAVOR:
Ya que a esta novela no le queda mucho, me gustaría que la recomendaseis a vuestros amigos antes de que termine❣️
Si alguien lo hace, mil gracias🙏🏼🌸

DIFERENTES (Completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora