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Era fácil decir que Sierra era mala, porque si lo vemos desde un punto de vista, era cierto. Ella era mala, pero su maldad no era como todos creían, Sierra tenía sus cosas buenas. Se preocupaba por ese chico, y quería que él se diese cuenta; claro que la manera en que lo hacía no era la adecuada.

—Zac. —Le dijo llegando en donde se encontraba Alan sentado.

— ¿Qué? —Le preguntó este. Se sentía perdido por eso.

—El chico se llama Zac.

— ¿Zac Hoffman? —Sierra asintió. —Vaya, un universitario. —Le dijo bromeando. Sierra sonrió.

—Es lindo. —Se encogió de hombros, el rubio sólo la miró y luego habló.

— ¿Y qué rayos le hiciste para que te odiara?

—Me metí con su hermano. —Alan asintió. No se extrañaba de eso, Sierra era capaz de todo.

— ¿Por eso lees los libros de Agatha Christie? —Le preguntó curioso.

— ¿Cómo sabes que los leo?

—Quise pedir uno en la biblioteca y me dijeron que tú te lo habías llevado. —Respondió. —Me sorprendí bastante porque no pareces de las chicas que leen pero ahora entiendo todo.

—Lo necesitaba para tener un tema de conversación con él. —Alan asintió.

— ¿Le gusta mucho?

—Es su escritora favorita.

—Me agrada, también es la mía. —Rió Alan, Sierra sólo le sonrió.

—No sabía eso. —Le dijo. —Entonces, ¿Crees que pueda gustarle a Zac?

—Creo que puedo hacer algo para eso. Tienes corazón, lo noté cuando llevaste a Miles a mi casa. —Le dijo. —Haré que él se enamore de ti.

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Demuéstrame tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora