Demuéstrame tu amor

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Había una parte en la forma de ser de Sierra que era poco mostrada, Alan sabía que él era de esas pocas personas que habían visto ese lado y le gustaba. Le gustaba porque se sentía especial, se sentía como si fuera alguien importante en su vida y eso, queridos amigos, era lo que ustedes llaman amor. Sí, él no lo admitiría pero se sentía tan feliz cuando ella estaba cerca. Y ni hablar de las miradas, claro, ya no se veían mucho, habían acabado las clases pero aun así él iba a su casa a "ayudarla" con Zac Hoffman y más de una vez, sus miradas se cruzaron.  

Ese viernes también había ido a ayudarla, se encontraba en su habitación acostado en su cama mientras la veía arreglarse el pelo, había momentos en los que se sorprendía al darse cuenta de la tonta sonrisa que llevaba en el rostro, pero no podía ocultarlo, le gustaba estar así con ella. Sierra volteó a verlo y le sonrió. — ¿Qué sucede? —Le dijo dulcemente.

—Nada, sólo te observaba. —Le sonrió. —Te ves linda. —Le dijo parándose de la cama y Sierra se sonrojó levemente, acomodó un mechón de su cabello detrás de oreja y se acercó a él.

— ¿Puedo dejar que llegue a primera base hoy? —Rodeó su cuello y Alan colocó sus manos en la cintura de la castaña, estaba nervioso por la cercanía pero le gustaba.

—No creo que sea buena idea.

— ¿Tú crees? ¿Y te parece mejor idea dejar que tú llegues a primera base? —Le dijo coqueta, Alan quería responder que sí, que le encantaría ser el único chico para ella, que sólo quería estar a su lado y que dejara de un lado su cita con el estúpido de Zac Hoffman para irse con él a comer tal vez unas hamburguesas porque definitivamente, la quería sólo para él. Pero se acobardó y recordó las palabras que ella le había dicho hace tres años y sintió tanto dolor en su pecho que sólo logró separarse de Sierra.

—Ya debes bajar. —Le dijo casi en un susurro. —Zac ya debe venir por ti.