Capítulo ҉ 6

8.8K 831 238
                                    

     Mientras subía en el ascensor hasta la Residencia 41C escuchaba a Carly Rae Jespen con los cascos puestos y todo lo alto que mi Smartphone me permitía. Mis labios se movían solos cantando su canción, menos mal que estaba sola o cualquiera se habría horrorizado por exagerada emoción.

—¡Turn me on!

Las compuertas se abrieron y salí a la recepción bailando y con los ojos cerrados. La puerta de su apartamento volvía a estar abierta como la última vez que fui, de eso ya hacían dos días, y seguía con la extraña sensación de que habían pasado semanas.

En vez de llamarle, me interné en el luminoso salón siguiendo el ritmo de la música. Me despojé de mi abrigo dejándolo junto a mi bolso en la mesa del comedor. Y seguí cantando al tiempo que me acercaba a observar las impresionantes vistas del atardecer que me brindaba aquella altura. El cielo se tornaba en una aleación de colores y matices que apenas se podía apreciar si vivías casi al nivel del suelo. Anonadada, me sumergí en el rosado de las nubes y la calidez de los últimos rayos de sol del día.

La canción emitía su último estribillo y aproveché para continuar bailando por el amplio y vacío salón. Tanto me emocioné que decidí descalzarme para sentir de una maldita vez ese suave parqué. Tan liso que si no tenía cuidado acabaría dándome de bruces contra él. Luego me percaté de que estaba tomándome demasiadaa confianzas de Blake para estar bailando descalza por su casa. Y en efecto, así era. Lo descubrí al girar sobre la punta de mis pies y cruzarme (a dos palmos de mi rostro) con su alta e imponente figura. Ni una pequeña sonrisa de bienvenida, solo una mirada intensa de desaprobación.

Me quité los cascos, algo avergonzada y los fui enroscando.

—Hola.

—No voy a molestarme en preguntarte qué demonios hacías.

—Vale —dije por lo bajo.

—Prefiero escuchar tu excusa de por qué has venido tan tarde.

Oh, oh. La impuntual de Gabrielle Ferrer había reaparecido y esta vez la había armado bien gorda.

—A ver, empezaré por el principio —dije intentando explicarme mientras me ponía las botas—. Mi mejor amiga, Eve, me ha tenido retenida un montón de tiempo y luego me ha llamado mi compañero de piso...

—Espera, espera —me detuvo—, ¿compañero de piso?

Caí en que aún no le había hablado de Jared.

—Sí, ¿no creerás que puedo permitirme vivir sola en Manhattan como tú?

—No, pero con lo que ganas ahora podrías.

También era verdad, mi nuevo sueldo era el más digno que había cobrado. Me abría a un montón de posibilidades, como la de ahorrar.

—Prefiero vivir acompañada. Además, también vivimos con Frodo.

—¿Otro compañero de piso? —me miró sorprendido—. Por favor, ¿dime que no se llama como el protagonista del Señor De Los Anillos?

—¿Y qué problema hay con ese nombre? ¿Eh? —salté en su defensa ya molestada —No dijo nada—. Es un buen nombre. Y como me has interrumpido te quedas sin saber por qué vengo tan tarde.

—¿No piensas darle una explicación a tu jefe?

Como jugaba sucio el muy capullo.

—Me he retrasado, punto y final. Ahora vamos a cenar, me muero de hambre —dije cambiando de tema y dirigiéndome a la cocina.

—¿Cenar a estas horas?

—No he comido —mentí.

La cocina se encontraba algo a oscuras, ya que tras ocultarse el sol solo quedaba iluminada por el azul desteñido del cielo. Busqué a tientas el interruptor, en lugar de eso me topé con un botón y al intentar pulsarlo vi que era imposible.

100 Preguntas para BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora