Necesitaba estar sola por unos minutos, para afrontar que si estaba allí sentada y frustrada era por mi jodida culpa. Finalmente, me levanté mientras las camareras recogían los platos del postre, consciente de que yo podría estar en aquel momento en su lugar. Les di las gracias y en vez de ir al salón, me encaminé por donde se había ocultado Frederick.
El pasillo estaba a oscuras. Tentada, subí las escaleras prácticamente de puntillas hasta que di con una luz en el último de los tres pisos de la casa. Al llegar, encontré un gimnasio particular lleno de todo tipo de máquinas y de pesas. Frente a él había una pequeña terraza que daba a la ciudad iluminada, en ella se encontraba el padre de Blake conversando por teléfono. Quise retroceder pero me vio detrás del cristal y me sonrió, así que decidí correr la puerta y salir al exterior. La terraza estaba decorada con un par de arbustos de forma elíptica, una docena de macetas con plantas rojiblancas y un banco de madera que te permitía sentarte a contemplar las vistas. Me encaramé al borde del balcón y miré hacia abajo, a la limpia y despejada calle de Upper East Side.
—Sí, entiendo, mañana lo hablaremos, Richard. Envía a Valeria a Chicago cuanto antes —decía Frederik paseando y tocando las hojas de alguna que otra flor—. Se irá viendo está semana... de acuerdo... adiós, Rich.
Colgó el teléfono y levantó la mirada, yo la bajé avergonzada por haberle seguido.
—No me dejan tranquilo ni en mi cumpleaños —comentó guardándose el celular en la chaqueta.
—Lo siento, yo solo...
—¿Están siendo muy duros contigo? —preguntó.
—¿Cómo dice?
—Me refiero a ellos —señaló con la cabeza hacia abajo—. No parecías muy cómoda durante la cena.
—Estoy bien, pero necesitaba... aire.
—Claro.
Frederik apoyó los brazos en la balconada y clavó sus ojos en algún punto remoto de la gigantesca ciudad.
—Él te aprecia mucho —añadió.
—¿Qué?
—Mi hijo —aclaró—. Nunca le había visto como hoy. No sé qué le estás haciendo, pero se le ve de una forma distinta, mejorada diría yo. Supongo que es cuestión de tiempo que se enamore de ti.
Empecé a respirar con dificultad. Enamorarse de mí... Blake. No, no podía fantasear con la idea, por gratificante que fuese.
—¿Él te ha hablado de mí? —quise saber.
—No, no que va. Lo he observado está noche, aunque es muy bueno disimulando las miradas, te ha prestado más a atención a ti que a la propia comida.
—No lo creo —murmuré por lo bajo.
—Como ya te he dicho, te aprecia mucho, más que a ninguno de nosotros, más que a mí.
—Frederik...
—No, Gabrielle, así son las cosas, yo... no he podido estar a su lado estos años, y lo ha pasado mal, créeme, muy mal. Trabajo pensando que puedo darle una buena vida y me doy cuenta de que nada que se compre con dinero le hará feliz. Pero tú sí —me miró—. Ojala te hubiese encontrado para él, al menos tendría algo que agradecerme, ¿no crees?
—Creo que, a pesar de todo, no eres tan mal padre, Frederik Blake.
—Gracias. Y ahora, si me disculpas, debo volver junto al resto de mis invitados.
—Claro.
Antes de cruzar la puerta acristalada se detuvo mirando al suelo.
—Ah, y Gabrielle, si necesitas cualquier cosa, puedes ponerte en contacto conmigo —se sacó una tarjeta del bolsillo de la chaqueta y la dejó sobre el banco de madera.
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100 Preguntas para Blake
Любовные романы1. Blake no es amable 2. Blake no quiere ser tu amigo 3. Blake tiene problemas (grandes problemas) 4. ¿Por qué sigues insistiendo en conocerle? 5. ¿Por qué él? Aunque intentó hacer caso a la parte más racional de mi cabeza, no puedo. Y quizás me hab...
