Capítulo ҉ 20

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     Aún era pronto para que Blake regresase de trabajar. Al menos podría esperarle en el salón y mientras ir buscando las palabras adecuadas con las que le expresaría lo que hacía semanas me moría por decir. Por otra parte, esperaba que él también dijese algo. De todas formas, nos habíamos besado, algo tendría que decir al respecto. ¿O no? El problema era que con Blake era demasiado difícil ser previsible, uno nunca sabía cómo podía reaccionar.

Cuando entré en la Residencia 41C me encontré con un cegador silencio. Al cerrar la puerta en un estrépito portazo suspire sabedora de que, en cuanto él llegara, podría pasar cualquier cosa entre aquellas paredes. Cogí aire armándome de todo el valor que fui capaz de acopiar en mi interior. Ahora más que nunca debía ser valiente, por mí y por los dos.

Me fui quitando el abrigo al mismo tiempo que llegaba al salón. Por poco solté un grito cuando vi la altiva figura de Blake frente a uno de los ventanales. No esperaba que ya estuviese en el apartamento, y menos aún tener que enfrentarme a la situación tan pronto, aunque en algún momento iba a tener que hacerlo.

—Alek —susurré su nombre, y debió escucharme pues tornó su perfil y me miró con un solo ojo. Milésima de segundo después, devolvió su mirada hacia la oscura ciudad plagada de nubarrones.

Observé que tenías las manos metidas en ambos bolsillos. Su pasivo comportamiento me envió un mal presentimiento que me recorrió la nuca en forma de escalofrío.

Anduve hasta situarme a su lado izquierdo, tan cerca que por muy poco nuestros hombros se habrían chocado.

—Tengo que hablar contigo —dije finalmente, resignada.

Por el rabillo del ojo percibí que un nudo le pasaba por la nuez de la garganta.

—Yo también, y lo haré primero, Gabrielle.

Oh, oh. Gabrielle. Eso solo podía decir...

—¿Alek? —dije como si el verdadero Blake estuviese encerrado en su interior y yo intentase salvarle.

—Anoche.... Bueno, esta madrugada —se corrigió algo indeciso.

—¿Sí...?

—Yo no debí, no debí haberte besado.

Sus palabras me sonaron a disculpa. Pero no llegué a entenderlas de todo, ¿es que se arrepentía de nuestro beso? ¿O tenía miedo? ¿O ambas cosas?

—¿Por qué? —exigí saber.

—Porque no estuvo bien.

—¿El beso?

—¡No! Bueno, sí —se trabó—, el caso es que no estuvo bien por mi parte dejar que esto aumentase.

—¿Esto? —repetí con la voz fragmentada.

—Esto, tú y yo, lo que se suponga que somos —se llevó las manos a la cabeza y comenzó a retorcerse los cabellos platinos.

Estaba claro que las cosas no iban a ser normales, no con él. ¿Y qué era lo que esperabas, Gabrielle? ¿Qué te cogiera en brazos y acabaseis siendo novios como hace la gente normal después de besarse por primera vez? Había sido estúpida por no pensar en sus posibles reacciones, por no haber calculado que esto fuera demasiado para alguien como él.

—¿Temes a la muerte? —solté pensando en alto.

—¿Qué? ¿Y eso qué tiene que ver ahora?

—Es una pregunta —le dije en el tono más brusco que jamás me había salido—. Debes responderla.

Él no vacilo en contestar:

—Cuando me intente suicidar no tuve miedo y si volviese a intentarlo... —agachó la mirada hacia el suelo— no creo que lo tuviera. ¿Eso responde a tu pregunta?

100 Preguntas para BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora