Siempre me he preguntado que sentía un pez cuando se le saca del agua, esos minutos o segundos agonizantes en los que su vida depende de un hilo, y el hilo a su vez depende de que regrese al océano o siga aleteando en la superficie oxigenada. Supongo que cuando Blake me dijo aquello yo fui un pez fuera del agua. «He conocido a alguien». «Se podría decir que ahora estamos juntos». «Juntos».
—¿Qué? —dijo mi voz descompuesta.
—La conocí hace dos semanas.
¿Dos semanas? ¿Ese era el tiempo en el que se había olvidado de mí como para conocer a otra persona? Pero ¿cómo? ¿Y por qué? ¿Por qué ella le había conseguido en menos del tiempo del que yo había llegado a besarle?
—Me-me alegro por ti —intenté sonar contenta, pero en realidad soné todo lo contrario—. Dios, lo siento, yo... te besé, ahora sí que la he cagado.
Hundí el rostro contra la almohada avergonzada y a punto de estallar en lágrimas, y así ocurrió. Un segundo después ya estaba mojando la pálida funda.
—Ela —me llamó—. ¿Estás... llorando?
—No —contesté con un ligero tono de indignación.
¡Por supuesto que estaba llorando! ¿Cómo no iba hacerlo si el chico del que me había enamorado se encontraba con otra?
—Ey, mírame —me ordenó y yo le obedecí a regañadientes.
Con una mano me levantó la barbilla, y en cuanto nuestras miradas coincidieron me mordí el labio y bajé los párpados dejando caer más agua salada que le rozo las yemas de los dedos.
—Deja de llorar, por favor.
—No puedo —sollocé en un lamento.
—Sí, puedes, claro que puedes, soy yo el que no puede creer que estés llorando —rió.
En cualquier otro momento habría apreciado sus armónicas carcajadas, pero en aquel no.
—¿Te estás riendo? ¿Se puede saber qué te hace gracia? Ya veo con que tacto te tomas mis sentimientos.
Mi reacción sirvió para que dejase la risa de lado, siendo un poco más considerado, y sustituyéndola por seriedad.
—¿Enserio te has creído que estoy con otra?
Sus palabras fueron como un jarrón de agua fría tras haber recorrido un desierto entero, alentadoras.
—¿Qué? ¿Quieres decir? ¿Me has mentido?
Mis preguntas no tardaron en ser contestadas:
—Necesitaba comprobar si aún te seguía importando.
La mandíbula se me desencajó. Mi expresión pasó de la tristeza al alivio, y del alivio a la rabia.
—¿Tú eres gilipollas o qué?
Cogí uno de los cojines echados al lado que no ocupaba de la cama de matrimonio y con él le pegué con fuerza. Él se dejó atacar una y dos y tres veces hasta que por fin me harté, exhausta, y lo tiré al suelo.
—Te odio.
Me sequé las mejillas del agua que habían aliviado en cierta parte mi abrumador calor corporal.
—Lo siento, Ela. No se me ha ocurrido otra forma de demostrarlo.
—Ha sido una idea pésima, estúpida —le premié—. ¿A caso creías que ya no me importabas?
Asintió levemente con los ojos cerrados.
—Está claro que no me conoces. Nunca dejarás de importarme, Alek.

ESTÁS LEYENDO
100 Preguntas para Blake
Romance1. Blake no es amable 2. Blake no quiere ser tu amigo 3. Blake tiene problemas (grandes problemas) 4. ¿Por qué sigues insistiendo en conocerle? 5. ¿Por qué él? Aunque intentó hacer caso a la parte más racional de mi cabeza, no puedo. Y quizás me hab...