Un cosquilleo. Unos labios dejando sus huellas en la piel de mi nuca. Una sensación infinita de paz.
Abrí los ojos y un manto de luz solar me dio los buenos días. Enseguida me di cuenta que estaba de costado contra la suave alfombra blanca de la habitación de Blake. El edredón me cubría hasta la cadera y los pies se escapaban de él, solo que parecían estar enredados junto a otros más grandes. Pero había algo más; su ancho brazo me rodeaba el pecho y el mío le acompañaba siguiendo el mismo camino. Tenía tantas ganas de girarme para verle que por un segundo maldije ser prisionera de su cuerpo. Sin embargo, debía admitir que su contacto era tan suave y cálido que era mejor que estar en el mismísimo cielo.
Sus besos en mi cuello se volvieron más lentos y me estremecí entre sus brazos. Torcí la cabeza y él, al percatarse de mis intenciones, me soltó permitiendo que quedásemos cara a cara. Nuestros ojos se alinearon y nuestras sonrisas se ampliaron a la vez. Estaba radiante, sin ojeras a la vista, jamás le había visto tan vivo ni tan feliz.
Ninguno dijo nada, hablamos en silencio. Yo le decía «te quiero» con una simple mirada, él me decía «ha sido increíble, Ela, porque ha sido contigo» con una sonrisa de las que matan.
Me estrechó fuertemente contra su pecho y dejó que nuestras narices chocasen como impedimento de un beso. Comencé a pasarle los dedos por la raíz de su platino cabello, mimando lo que en aquel momento me parecía lo más importante de mi vida. Bajé la cabeza y perfilé el límite de su mandíbula con mis labios, respirando al mismo tiempo su dulce aroma.
—Por favor, que alguien me despierte —bromeó haciéndome reír—. No enserio, ¿podrías ser tan amable de pellizcarme? Aunque solo sea… ¡Au!
Retiré mis dedos, los cuales acababan de dejarle un buen pellizco en el brazo.
—Al final vas a ser tú la más bestia de los dos.
—Lo siento, ¿te he hecho daño? —fingí con voz compasiva—. Yo solo quería despertarte.
—Bien, creo que puedo confirmar que esto no es un sueño.
—¿Seguro? Porque tengo más maneras para que lo confirmes del todo.
Le estampé un cándido beso al que enseguida dio la bienvenida. Sentí cómo mis extensas pestañas rozaban su pálida y acalorada mejilla. Queriendo profundizar más el momento, me enjauló en un abrazo.
¿De verdad estaba ocurriendo todo aquello? ¿De verdad él se había entregado en cuerpo y alma a mí? ¿Por qué tenía la sensación de que parecía demasiado perfecto como para ser algo real? Solo tenía algo por seguro: debía guardar ese recuerdo junto a sus sentimientos en el fondo de la matrioska. Allí estarían a salvo de todo.
—¿Qué ocurre? —preguntó minutos después de darnos un respiro, cuando yo navegaba por el océano de mis incrédulos pensamientos.
Su mano libre se entrecerró en un puño y con las falanges de los dedos peinó el vello de mi rostro.
—Nada, estaba pesando en todo esto. En lo feliz que soy.
Le miré con mi más despampanante sonrisa.
—No importa lo feliz que seas, nunca podrás ganarme en felicidad. Anoche, cuando dijiste, bueno, que… que me querías. No me lo creí. Nunca nadie me lo había dicho, Ela. Pero entonces, mientras estuvimos así de unidos, y te miré a tus brillantes ojos descubrí que no me quedaba más remedio que creerte, porque vi que no tenías miedo y eso me impulsó valor.
—Sí que tengo miedo —corregí—. Muchísimo. Querer significa miles de cosas, y aunque no lo creas, implica más dolor que cualquier tortura. Pero sabes que soy muy testaruda, y me importa un bledo esos malditos daños colaterales.
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100 Preguntas para Blake
Romance1. Blake no es amable 2. Blake no quiere ser tu amigo 3. Blake tiene problemas (grandes problemas) 4. ¿Por qué sigues insistiendo en conocerle? 5. ¿Por qué él? Aunque intentó hacer caso a la parte más racional de mi cabeza, no puedo. Y quizás me hab...
