Capítulo ҉ 11

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Recuperé la calma acunada en sus brazos, sintiendo su calor junto al mío y su aroma consumiendo mi perfume. Adoraba la forma en la que me abrazaba, cruzando los límites de su distanciamiento continuo hacia mi persona.

En aquellos eternos minutos pensé en todo. En cómo me había desahogado, en si había hecho el ridículo delante de él y en la revelación que había descubierto. ¿Un hermano? De la familia solo sabía su padre era empresario y que su madre fue o seguía siendo bailarina de ballet. Pero ¿qué una vez tuvo un hermano y también lo perdió como yo? No, eso no se me había ocurrido pensarlo. Quería saber más, hacerle preguntas sobre su muerte, pero no era el mejor momento.

—Ela —dijo muy cerca de mi oreja, pues sentí su aliento—. Tienes que irte.

Me separé de forma brusca, aún acogida por sus brazos.

—¿Qué?

—Debes irte, para siempre.

—¡No! No, Blake, no...

Alcancé un estado de alerta. No podía irme, no podía alejarme de él y menos cuando habíamos avanzado tanto en tan poco tiempo. Tampoco entendía a qué venía ese cambio de personalidad suyo. ¿Por qué debía marcharme?

—Yo no soy tu hermano —soltó encogiéndome el corazón.

—Claro que no lo eres...

—No puedo ser quien tú quieres que sea, Ela —declaró con pesar—. Solo soy... un alma perdida, alguien que jamás llenara tu vacío.

—¡Eso no es verdad! —protesté al borde de las lágrimas, de nuevo—. ¿Es que no lo entiendes, Blake? Desde... desde que él se fue he intentado progresar pero siempre me he sentido sola, por muchas amistades que haya tenido, sola. Y tú, tú no eres mi hermano, pero sé que a tu lado me siento y me sentiré igual o mejor que cuando estaba con él. Y no soy la única. Sé que desde que estás conmigo te sientes mejor, más vivo.

Cuando creí que entraría en razón, retiró su mirada de la mía y me soltó. Esa fue la manera de desprenderse de mí, dando a entender que se había acabado nuestra unión.

—No —sollocé.

—Lo siento, es mejor que sigas con tu vida, lejos de mí. Esto... te ayudará a superarlo.

Negué con la cabeza.

—Yo lo superé.

—Adiós, Gabrielle —añadió fríamente.

Oh, no. Me había llamado así, no se estaba tirando faroles, era una despedida definitiva y yo no estaba preparada para sumirlo.

—Solo una noche —dije como último recurso.

Me prestó su atención devolviéndome la mirada.

—¿Qué?

—Déjame pasar una noche contigo y cuando salga el sol, me iré, para siempre.

—No creo que sea buena idea... —discrepó.

—Blake, déjame que al menos aproveché algunas de mis cien preguntas, por favor.

Sus ojos oscuros me analizaron, vieron en los míos tristeza y esperanza. Esperanza de pensar que en una noche sería capaz de hacerle cambiar de opinión. La pregunta era... ¿lo conseguiría? ¿Sería yo, Gabriela Ferrer, capaz de tal reto?

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Me tiré sobre su cama impoluta y recién hecha. El colchón se amoldó a mi cuerpo y solté un suspiro de placer. ¿Cómo se podía haber gastado miles de dólares en una cama que no iba a utilizar? ¡Qué pérdida de dinero!

100 Preguntas para BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora