Capítulo ҉ 9

8.5K 868 310
                                    

—Hoy te he traído algo —dije haciéndome la interesante.

—¿Más comida basura? —intentó adivinar.

Negué con la cabeza y me paseé por el salón andando hacia atrás para que no pudiese ver lo que escondía tras mi espalda.

—¿Una película?

—¡No!

Frunció el ceño apretando los labios y dándome una visión de él bastante adorable: la típica de niño indignado.

—¿Un libro?

—¡Sí! —mentí consiguiendo hacerle palidecer de emoción por haber acertado—. ¡No!

Su expresión enfadada volvió a inundarle.

—Por el amor de Dios, dilo de una maldita vez —exigió frustrado.

—Vale, pero antes dime qué mano, la derecha o la izquierda.

Arqueó una ceja viendo por dónde iban los tiros.

—Izquierda. ¡No! Espera, derecha.

Puse los ojos en blanco. Mira que era bipolar.

Saqué la mano derecha con un folleto de la exposición de arte contemporánea.

—¿Qué es eso? —se acercó y me lo quitó bruscamente— Exposición Brown Eyes —leyó en alto.

—Acabas de elegir la exposición que vamos a ver esta noche —le hice saber.

—Tienes que estar de broma.

—¿Qué pasa? —pregunté apretando los dientes—. ¿No te gusta el arte?

—Me gusta el arte —miró de nuevo el folleto—, pero no este tipo de arte —lo lanzó con fuerza al suelo—. Es actual, propagandístico y vano.

—Es contemporáneo —añadí algo cabreada recogiendo el folleto aplastado.

¿Cómo se me podía haber ocurrido que le gustaría el arte? Tal vez porque le gustaba Shakespeare, y sus obras eran arte en sí. Y ahora me sentía como una estúpida por pensar que aceptaría de buena gana ir conmigo a ver una exposición. Me había cogido demasiada confianza de él. Por el amor de Dios. ¡Era Blake! Ese tipo extraño, capullo y voluble.

—¿Entonces no quieres ir?

—No.

—Vale..., iré yo sola —murmuré orgullosa.

Pero a él mi reacción pareció importarle lo más mínimo, pues se marchó impasible, dejándome sola y confusa.

—¿A dónde vas?

—A hacerme la comida —respondió desde la cocina.

—Pensé que comeríamos algo tú y yo...

—Me he pasado demasiadas veces mi dieta, algún día tengo que comer algo sano.

Y ahí estaba otra vez ese Blake responsable con sus quehaceres diarios. Tenía la impresión de que había dado un pasito hacia atrás. No podía retroceder ahora que habíamos avanzado tanto en tan poco tiempo, debía hacer algo de inmediato.

—¿Estás de broma? —me asomé por la puerta de la cocina.

Le vi cortar verduras en una tabla de madera, para luego echarlas en el recipiente de una batidora.

—Tendré entonces que pedir sushi para uno... —lamenté con mis dotes persuasivas.

—No me gusta el pescado crudo —añadió con acritud.

100 Preguntas para BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora