—¿Qué hacemos aquí? —quise saber en cuanto se detuvo frente a la puerta de mi habitación.—Verás —desplazó la mirada a su izquierda, donde yo estaba—, mientras estuve fuera supe que no te quedarías mucho tiempo en el apartamento. Llamé a la decoradora de mi padre y se encargó de tener preparada...—giró el pomo y empujó la madera blanca dejando ver el resultado final— tu nueva habitación.
Al principio todo estaba oscuro, tenuemente iluminado por la luz del pasillo. Así que Blake sacó su iPhone 6 y encendió las luces.
—Tendrás que perdonarme, andamos cortos de personal técnico.
Le reí la gracia y después me dejé conquistar por mi nueva habitación.
Mis labios formaron una O en toda regla. Esa decoradora debía ser la caña porque se había encargado de transformar aquel espacio, negro y lleno de trastos en el pasado, en el cuarto que nunca tuve y siempre quise.
Las cortinas eran de un blanco marfileño que se fundía con el salmón Audrey de las paredes. En el banco de la única ventana estaba envuelto en un cojín de asiento rectangular acompañado de un montón de cojines de todos los tamaños. También estaba la cama de matrimonio con una colcha de ensueño esperando a que me desplomara contra ella.
Los ojos marrones seguían en el mismo sitio donde los colgamos, observando con la misma emoción que los míos.
Me adentré para alcanzar una estantería blanca, en la cual descansaba solo un libro. Lo cogí y me di cuenta de que era el mismo que me había dado Blake como primera lectura.
—Tienes que ir llenándola tú.
Tardé medio minuto en comprender que se refería a la estantería vacía.
—¿A sí? Entonces tendrás tú que tener una estantería llena de las películas de Audrey para compensar.
—Ni lo sueñes —murmuró con una sonrisa—. Bueno, ¿te gusta o no? Puedo decirle a Leonor que la cambie.
—¿Bromeas? No, está perfecta, no le digas nada a Leonor, solo dale las gracias por el estupendo trabajo que ha hecho aquí.
Luego lo pensé, no es que estuviese mal decorado el resto del apartamento, era solo que no irradiaba tanta vida como aquel espacio.
—Leonor... ¿Es la que decoró tu castillo gótico? —me pareció gracioso referirme así a su oscura Residencia 41C.
—Sí, le dejé que decorase los baños, el salón y poco más. ¿Castillo gótico?
—Es un poquito oscuro, tienes que reconocerlo.
Sacudió levemente la cabeza y con cierta incredulidad.
—Pero ahora, ¿podemos ver el resultado final de nuestro firmamento? —supliqué lazándome contra la cama y posando mis ojos en el techo. Lancé mis tacones, y al poco se escuchó cómo caían en alguna parte.
Él se tumbó a mi derecha y yo aparté mi brazo para dejarle espacio. Acomodó su largo cuello en la almohada y miró hacia arriba alzando su esbelta barbilla.
—Por si no te has dado cuenta, es ahora cuando tienes que apagar la luz.
—No me digas —dijo ya con el móvil en la mano.
Con un poco de magia, bueno con la app que cambiaba y regulaba la luz, Blake se encargó de dejarnos totalmente a oscuras.
Y entonces las vimos. Resplandeciendo por encima de nuestras cabezas. Nuestro ilusorio, fulgurante y especial cielo. Especial porque teníamos la dichosa suerte de que lo podíamos observar sin temor a que las nubes lo ocultasen.
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100 Preguntas para Blake
Romance1. Blake no es amable 2. Blake no quiere ser tu amigo 3. Blake tiene problemas (grandes problemas) 4. ¿Por qué sigues insistiendo en conocerle? 5. ¿Por qué él? Aunque intentó hacer caso a la parte más racional de mi cabeza, no puedo. Y quizás me hab...