Se fue un lunes. Martes y miércoles los pasé en la Residencia 41C. Al principio acostumbrarse a tanta soledad no fue difícil, pues muchas veces Esmeralda y yo nos quedábamos viendo Pasión Desenfrenada por las mañanas. Incluso me enseñó su telenovela latina preferida y consiguió engancharme a esa también.
Por las tardes me dediqué a comerme los libros filosóficos de Blake. Escogiendo lo más fáciles que no me costasen demasiado leer.
El jueves por la mañana volví a casa, con Frodo y Jared. Lo cierto es que tanto el uno como el otro me habían echado de menos. Y el sentimiento era mutuo. Celebramos mi llegada con un estupendo pollo al curry. Solo Jared sabía darle ese sabor oriental que te hacía saborear la India tradicional.
Estuvimos hablando sobre todo lo que me había perdido durante los días en los que había estado ausente. Como siempre, él seguía igual con las mujeres. Su faceta casanova no desaparecería jamás.
El viernes, sábado y domingo fueron un aburrimiento total. En el que me harté a comer helado, patatas y porquerías mientras me veía por milésima vez las películas de Audrey.
También estuve aprendiendo ruso sin éxito, gracias a una aplicación del móvil. ¡Ese idioma era imposible! En dos horas aprendí a decir: yo soy mujer, tú eres hombre, yo bebo agua...
Por las noches soñaba con él. Por el día pensaba en él. Me estaba obsesionado con él. Y lo peor era que ni yo misma podía impedirlo.
Antes cuando veía a Jared sin camiseta ardía en llamas, pero, sin poder explicarlo, ya no conseguía provocar ninguna reacción en mí. Porque no era él. No tenía su mismo color de piel, ni el mismo contorno en los abdominales, ni siquiera olía tan bien como Blake.
Cuando ya era lunes estuve esperando su llegada. Una llegada que no llegó.
Martes y miércoles me convertí en fiel amiga del teléfono. Lo miré tropecientas veces esperando un mensaje, una llamada. Pero nada. Recordé sus palabras en un intento por tranquilizarme. « Una semana, tal vez un poco más».
El jueves salí de casa, a correr, a quemar todas calorías que había ido acumulado. Volví tres horas después. Me pegué una buena ducha. Y me distraje escuchando nueva música que me había descargado. Pero todas las dichosas letras decían cosas que me recordaban a él. Así que lancé el móvil con los cascos contra el sofá y me dormí.
Y apareció el viernes. Me desperté positiva. Llena de nuevas iniciativas. Hice el desayuno por primera vez para Jared, y para mí. No puedo ser franca diciendo que me salió bien, pero si que salió rico, o eso dijo él de mis desmenuzadas tortitas.
Así que terminamos ensayando toda la mañana distintas obras de teatro. Al final no me importó demasiado que fuera un negado para la actuación, pues era de gran ayuda para prepararme para las audiciones para The Julliard, esas de las que ya no me acordaba mientras estuve con Blake.
—Bien, tenemos que dejarlo por hoy —dijo devolviéndome el papel.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Tienes una cita?
—Sí, con mi nuevo trabajo.
Abrí la boca sorprendida. ¿Jared trabajando? ¿Desde cuándo yo había visto eso? Él siempre había estado viviendo del dinero que le mandaban sus padres todos los meses. Y de mi alquiler.
—¿Bromeas?
—No. Ahora soy el ayudante del chef del restaurante Le Mochino —alardeó mientras se quitaba la camiseta del pijama para ponerse una camisa negra del trabajo.
—¿Ayudante del chef? —grité emocionada—. Jared, ¡eso es estupendo!
Me tiré a sus abrazos para demostrarle lo orgullosa que estaba de él.
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100 Preguntas para Blake
Roman d'amour1. Blake no es amable 2. Blake no quiere ser tu amigo 3. Blake tiene problemas (grandes problemas) 4. ¿Por qué sigues insistiendo en conocerle? 5. ¿Por qué él? Aunque intentó hacer caso a la parte más racional de mi cabeza, no puedo. Y quizás me hab...
