—Pero-pero tú eres feliz —dijo para sí mismo arrugando el entrecejo.
—¿Tan seguro estás de ello?
—Sí..., no —se contradijo—. No lo entiendo. Pareces feliz, como si toda tu vida haya sido un cuento de hadas —caminó confuso por la cocina—. Todo el día sonriente, positiva, satisfecha.
—¿Es así cómo me ves? ¿A caso tengo pinta de que toda mi vida haya sido fácil?
Percibí como se le hacía un nudo en la garganta.
—No —respondió al fin—. La vida no es fácil para nadie, ni siquiera para mí.
—Pues deberías aprender a no juzgar a las personas a primera. Alardeas de conocerme, pero no sabes nada de mí. No sabes qué fue lo que me provocó... —el dolor del recuerdo me dejó muda.
Permanecimos callados. Intuí que ambos estábamos demasiado conmocionados, pensando en lo que acabamos de descubrir del otro. Eran muchas cosas nuevas que asimilar. No dejaba de preguntarme qué había sido lo que le había incitado a querer marcharse de este mundo. Lo único que tenía seguro era que mis motivos para el suicidio debían ser muy distintos a los de él. La mejor forma de continuar hablando era sentarnos y comunicarnos cara a cara.
—Me apetece un té —declaré—. ¿Tienes té?
—Creo... creo que sí —anduvo hasta uno de los estantes, revolvió varias cosas y sacó una caja de té de manzana.
Calentó un poco de agua en el microondas y puso en una taza una bolsita de té.
—¿Tú no quieres?
Negó con la cabeza.
—¿Puedo tomármelo en el salón?
—Haz lo que quieras.
Tan indiferente, como siempre.
—¿Me acompañas? —insistí.
Caminó hacia el salón pasando por mi lado. Yo le seguí al tiempo que soplaba mi taza caliente. Sentí como las luces de la cocina se apagaban a mi espalda. Al girarme confirmé mis dudas.
—¿Cómo...?
Volví a mirar al frente para ver a Blake con un iPad en las manos. Mientras movía sus dedos las luces del salón se encendían en matices ambarinos que hacían el espacio más reconfortante.
—¿Cómo lo controlas desde el iPad?
—Es una nueva tecnología. Las bombillas, las lámparas, los focos de la casa están coordinados con un sistema que me permite controlarlos. Puedo apagarlos o encenderlos estando fuera de casa. También cambiarlos de color.
—Vaya, más sorpresas —murmuré.
—Se está haciendo tarde —anunció.
—Lo sé, pero aún no hemos terminado —le di un leve sorbo a mi té de manzana.
—Mañana tengo que trabajar.
—Y yo tengo que hacer mi trabajo ahora, así que haz el favor de ponérmelo fácil.
Sus gruñidos provocaron que pusiera los ojos en blanco.
—¿Y qué propones hacer ahora?
Miré a mi alrededor en busca de algo que poder hacer, ya que la antigua conversación había dejado de tener importancia para él. Al ver la enorme pantalla de plasma que decoraba la pared se me ocurrió una fantástica idea.
—¿Y si vemos una película?
—¿Qué película? —alzó una ceja.
—No sé... ¿qué tal Desayuno con Diamantes?
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100 Preguntas para Blake
Romance1. Blake no es amable 2. Blake no quiere ser tu amigo 3. Blake tiene problemas (grandes problemas) 4. ¿Por qué sigues insistiendo en conocerle? 5. ¿Por qué él? Aunque intentó hacer caso a la parte más racional de mi cabeza, no puedo. Y quizás me hab...
