El sentido.
Cuando lo pierdes es cómo perder la forma que tenías de ver tu mundo. Lo has perdido, ya no sabes a qué aferrarte. Ya no sabes cuál es el sol que tienes que girar. Tu mente se puebla de preguntas que antes tenían una respuesta, pero ya no la tienen, se han transformado en retóricas, esas que nadie se molesta en responder, ni siquiera tú.
Aún puedo verme en aquella maldita casa, sumergido en otro universo paralelo donde la razón, el juicio, todo, había perdido su punto de referencia. Ella.
Pongamos un ejemplo más concreto: cuando una tarta de cumpleaños no tiene velas, ¿sigue siendo una tarta de cumpleaños? ¿Sigue siendo una flor si no tiene pétalos? ¿Es un mar si se encuentra carente de agua? O un cielo despejado y nocturno sin estrellas. ¿Sigue siendo un cielo? ¿Lo es?
«¿Quién soy ahora? ¿Por qué sigo aquí? ¿Debo terminar de una vez por todas con los restos de mi vida? ¿Y por qué no dejo de recordarla? ¿Por qué no puedo olvidarla y ya está? ¿Tan complejo es asumir que ya nada te importa? Menos ella, claro. Es por eso que aún no te has suicidado. Porque eres un maldito cobarde, Blake. Estás jodidamente asustado de no volver a verla» fueron algunos de mis pensamientos mientras dejaba que mis dedos se guiaran solos sobre las ebúrneas teclas del piano de Yelena. Interpretaba las mismas notas de la misma canción que siempre tocaba ella para los ensayos. Una melodía incapaz de llenar mi vacío interior, pero que, sin motivo alguno, no podía dejar de tocar. Supongo que mi idea consistía en seguir infinitamente hasta que me sangrasen las yemas de los dedos.
«No me quiere» tres palabras que se repetían monótonas dentro de mí. Necesitaba hacerlas veraces, sin embargo, mi alma era incapaz de tragarlas como una mentira.
Había sido Katerina meses atrás la que me había preguntado una cuestión que me demoraría cada día desde entonces. «¿La quieres, Alekséi?». «¿Y qué es querer?» me respondía yo a mí mismo. «¿Qué es y cómo puedo evitarlo».
Lamentablemente, Yelena me había enseñado a bailar, pero no a amar. Y yo sentía que ya era demasiado tarde para aprender eso, no solo porque había huido de todo el mundo, incluso de mí mismo, sino porque había perdido mi única oportunidad para querer a alguien.
Tal vez Yelena dejó escondidas en alguna parte unas instrucciones para amar, unas que nunca utilizó.
Entonces, cuando ya me creía totalmente perdido, la oí. Cómo recordaba de bien su voz. Tan nítida, tan suya. Me estaba hablando, pero yo no entendía qué decía. Tenía que haberme quedado dormido, era en mis sueños el único lugar donde podía verla, oírla, vivirla. Por eso evitaba el dormir, porque el solo hecho de recibir retazos esperanzadores de una invención de mi subconsciencia dolía más que las pesadillas, mucho más.
«Despiértate, Blake, vamos, despiértate. Encuéntrate con la decepcionante realidad, encuéntrate con la verdad de que estás solo, en la misma mansión de tu infancia a la que juraste no volver. Pero quiero seguir escuchando su voz, aunque esta dure menos que una canción. No, no debes. Ella ya no te quiere, no tiene nada qué decirte».
Iluso. Eso era. Un estúpido iluso. Jugando al ajedrez con la parte irracional de mi alma. Y perdiendo, por supuesto.
Un sonido inexplicable incitó el que me despertase. Recobré la conciencia y me volví a ver sentado en el piano de cola. Una figurilla captó mi atención, era una matrioska, o lo que quedaba de ella. Tardé muy poco en saber de dónde procedía. Yo la había escogido, la había comprado y la había entregado a cierta persona con una única finalidad. Solo había una manera de explicarlo.
Ella estaba allí.
—¿Ela? —la llamé como un completo idiota, como esperando una respuesta.
ESTÁS LEYENDO
100 Preguntas para Blake
Romance1. Blake no es amable 2. Blake no quiere ser tu amigo 3. Blake tiene problemas (grandes problemas) 4. ¿Por qué sigues insistiendo en conocerle? 5. ¿Por qué él? Aunque intentó hacer caso a la parte más racional de mi cabeza, no puedo. Y quizás me hab...
