Brais

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Llegamos a la piscina. Brais nos esperaba en la puerta, con su saco de balncesto.

-Veo que la bella Natsuki nos ha honrado con su presencia.

Nat se puso roja. Miré a Brais con una sonrisa. Él siempre era así, pero sabía que no lo hacía con mala intención.

Entré en el vestuario. Me daba un poco de miedo dejarlos solos en las gradas.

Salí a la piscina y los vi sentados uno al lado del otro.

Narra Brais.

Sé que Jacob es mi mejor amigo, pero madre mía... ¡QUÉ CHICA! En el momento que vi a Natsuki algo cambió en mí.

Me senté a su lado. Su mirada era seria. Jacob salió del vestuario y ella lo saludó con una sonrisa.

Tenía las manos puestas sobre el regazo, así que pensé en algo que le resultase agradable.

-¿Te gustan las regalices?

Me miró con una cara suave.

-Me encantan.

-¿Vienes a comprarlas? -Le pregunté poniéndome de pie.

-Claro.

Salimos de las gradas y fuimos al pequeño bar que había dentro. Compré veinte y le ofrecí. Sus ojos brillaban.

-Las de Tokio estaban buenas, pero estas son deliciosas.

-Me alegro.

-Volvamos a la grada. -Sugirió.

-En realidad estaba pensando en quedarnos aquí los dos. Ya sabes, mientras comemos las regalices.

-Me parece bien.

Caminamos al pasillo, ya que en veinte minutos Jacob saldría.

Estábamos apoyados contra la pared, comiendo la regaliz. Y fue ahí, cuando la inspiración me invadió. Cogí una regaliz y la zarandeé delante de Natsuki.

-¿A qué no te atreves a comerte esto a la vez que yo?

-¿Me estás retando? -Preguntó pícara.

-Tal vez.

Puse un extremo de la regaliz en mi boca y ella mordió el otro. Cuando pensé que todo iba bien, tiró de la regaliz y se llevó más de la mitad con ella. Me tragué el pequeño cacho y le recriminé:

-¡No me refería a esto!

-Lo sé, pero paso de darle un beso indirecto al mejor amigo de mi hermano. Entiéndeme, no quiero arruinar vuestra amistad.

-No lo harías.

Esta Natsuki era extraña. Atrevida, directa... sin duda me había enamorado.

-En fin... Jacob sale en quince minutos, deberíamos salir a esperarlo.

Apoyé una mano en la pared, impidiéndole el paso.

-Vamos, tenemos quince minutos de intimidad. ¿No quieres aprovecharlos?

-No. Ahora vamos, no quiero que Jacob piense mal.

Puse mi otra mano en la pared, atrapándola entre mis brazos.

-¿Y qué si piensa mal? Ya se lo explicaremos.

Me acerqué a ella y cerré los ojos para besarla. Sin darme cuenta, mis labios habían tocado algo frío y liso. Abrí los ojos y me vi dándole un buen morreo a la pared. Miré a un lado y vi como Natsuki se iba hacia la entrada.

Corrí tras ella, y fue entonces cuando vi a Jacob salir del vestuario. Comencé a caminar y puse una sonrisa en mi cara para evitar que sospechase.

-Por fin sales tío. ¿Vamos ahora al de baloncesto?

-Por supuesto. Natsuki, ¿vienes?

-Lo siento, pero será mejor que me vaya a preparar todo para mañana. Además, cuando vuelvas debes darme el horario.

-Cierto. Nos vemos en un rato.

Jacob y yo caminamos hasta la cancha de baloncesto que había al lado de la piscina.

Narra Jacob

Llegué a casa a las ocho. Natsuki estaba en su cuarto escuchando música. Peté y me sonrió. Le entregué el horario que había hecho en el entrenamiento de fútbol. Me dio las gracias y siguió con lo que hacía.

Bajé a la cocina para ver que había de cenar.

Volví a subir. ¡No sabía que hacer! Estaba aburridísimo. Y de repente, mi móvil sonó. Era mamá. Lo cogí rápido.

-Hola mamá.

-Hola cielo. Escucha, tu padre y yo vamos a estar fuera hasta el lunes.

-¿Por qué? ¿Ha pasado algo?

-No, pero tenemos que hacer un viaje a Canadá. Al parecer quieren que las tiendas de allí empiecen a vender también un no sé qué. Bueno, negociaciones de tú padre. En teoría volvemos el lunes que viene. Cuida de Natsuki e informa a Sara.

-De acuerdo mamá. Te quiero.

-Y yo a vosotros hijos.

Colgué. Me sentí extraño, era la primera vez que mi madre le decía te quiero a alguien más que no fuese yo o mi padre. Era raro, pero tenía su magia.

Corrí a avisar a Natsuki.

-Por cierto, mamá dice que te quiere.

Me di la vuelta y fui a contárselo a Sara, que se quejó sonoramente al darse cuenta de que iba a sobrar comida.

Se quedó a cenar y luego se marchó.
Cuando Natsuki se metió en su cuarto para prepararse, yo volví al salón. Sabía que mamá y papá guardaban el alcohol en el armario... aunque yo sabía que tenían un escondite secreto para el más caro. Cogí del armario la botella de vino. Me encantaba, pero obviamente ellos no lo sabían. La abrí y le di un trago. Sabía deliciosa.

-¿Qué haces?

Me giré despacio, con la botella entre mis manos.

-Nat, creí que te estabas preparando.

-Y yo. Ahora me vas a explicar esto.

Tenía el ceño fruncido.

-Vale, pero júrame que no se los dirás a mamá y papá.

-Tienes suerte de ser mi hermano. Te lo prometo.

-De acuerdo. Verás, cuando mamá y papá se van suelo probar todo el alcohol que tienen. Y cuando los padres de Brais se van con los míos, hacemos fiestas.

Ella me miró con desaprobación.

-No les diré nada, tan solo no te pases.

Corrí y la abracé.

-Gracias hermanita.

Mi hermanastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora