La fiesta

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Estábamos en el segundo recreo. Todos hablaban y difundían lo de la fiesta. El anfitrión, Nícolas, se paseaba sonriente por el recreo.

Brais y yo hablábamos con tranquilidad cuando se nos acercó:

-¿Vendréis a la fiesta? -Nos preguntó burlón.

-Supongo que sí. -Le contestó Brais.

Los dos odiábamos a Nícolas, con toda nuestras alma. Cuando éramos pequeños, se aprovechaba de nosotros; en el colegio se reía y nos pegaba; y ahora que era rico, venía a donde estábamos diciendo que somos amigos. Si por nosotros fuera... ahora estaría a dos metros bajo tierra.

-Pues eso espero. Está claro que si tú vas -me señaló-, irá tu hermana. Y bueno, ya sabes lo que dicen todos de Natsuki.

Me crucé de brazos.

-¿Qué dicen?

-Tío, está buenísima. Hay por lo menos cinco tíos que se la tirarían.

No pude más, le habría tirado al suelo si Brais no me hubiera sujetado.

-Veo que se te han subido los humos. -Se rio de mí. -En fin, os veo en la fiesta.

Se largó. Brais me liberó y me consoló. Si alguien le tocaba un pelo a mi hermana... probablemente tuviera que asistir la policía.

Volvimos a casa casi corriendo. Mamá ya informó a mi entrenador, para que supiese que hoy no iría.

Comimos con tranquilidad, dos minutos después Sara se marchó. Limpiamos toda la casa, la recogimos y hasta cortamos el césped del jardín. Con todo esto, se nos hicieron las cinco. Ambos nos duchamos y vestimos. Yo llevaba unos pantalones largos poco ajustados, una camiseta de manga corta negra de mi grupo favorito, la chaqueta del equipo de natación, unas nikes y el pelo al natural (no me apetecía peinármelo, así que dejé que se me secase solo).

Caminé hasta la habitación de mir hermana. Peté y me dejó entrar. Tenía puesto el albornoz y estaba completamente empapada.

-¿Qué haces aún así? Son las seis y la fiesta es a las diez y media.

-Pues todavía es pronto. Lo que pasa es que no sé qué ponerme.

Abrí su armario.

-¿Qué quieres ponerte?

-Algo con lo que no pase mucho frío.

Le cogí unos jeans, unos tacones rojos y un top negro flojo. Lo tiré todo sobre su cama.

-Vuelvo en una hora y media. Espero que al menos estés vestida y peinada.

Salí hasta la casa de Brais. Él también estaba preparado. Sus padres nos retuvieron en su casa por lo menos media hora. En ese tiempo, estuve escuchando consejos para no cagarla en una fiesta.

Cuando al fin nos liberaron, vino conmigo hasta mi casa. Subimos las escaleras y llamamos a la puerta de Natsuki.

-Nat, ¿podemos pasar? Somo Brais y yo.

Escuché un sonoro sí y abrí la puerta. Ella estaba dentro del baño. Al salir, vi algo impresionante. Llevaba todo lo que le había dado, además de que añadió una chaqueta larga de punto. Tenía el pelo recogido en dos trenzas de espiga y estaba perfectamente maquillada, resaltando sus ojos grises.

-Estás preciosa. -Le dije embobado.

-Muchas gracias. -Me contestó girando sobre sí misma.

Aún eran las ocho y media. Los tres tomamos algo ligero de cena, para luego subir a lavarnos los dientes. El resultado de esto fue que Nat bajó con unos labios de un rojo intenso.

Mi hermanastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora