De vuelta

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Faltaban dos días para comenzar el instituto. Natsuki siempre estaba en su cuarto. Sólo bajaba para comer, y cuando lo hacía llevaba el pijama y un gorro enorme que solo dejaba que se le viera la cara. Luego volvía a subir.

Estábamos seguros de que la foto había sido borrada, pero no sabíamos si la tenía alguien más.

Yo estaba preocupado por mi hermana, seguro que después de esto se hacía lesbiana o algo así.

La verdad es que mi situación era bastante buena: Laura y yo éramos novios, quedamos siempre que podíamos y el idiota de Nícolas probablemente se había roto una pierna por no sé qué movida.

Llegó el día de ir a clase. Desperté a Natsuki e hice lo de siempre.

Cuando ya estaba listo, la esperé en el portal de casa.

-¡Vamos Nat! -Le grité.

Al aparecer, me di cuenta de que algo horrible pasaba... su pelo...

-¿Qué has hecho? -Pregunté con la boca abierta y mis ojos a punto de salírseme de las cuencas.

-He decidido probar algo nuevo.

Se había cortado el pelo hasta un poco más arriba de los hombros y se lo había teñido de rojo. Además, iba maquillada.

-¿Hace cuanto que hiciste esto?

-Ayer lo decidí.

-Esta no era la solución a lo de Tamara.

-No pienso dejar que vuelvan a reírse de mí.

Cogió si mochila y pasó por delante mía. Comenzó a andar rápido hacia el colegio. No llevaba los zapatos de siempre, sino unos botines abiertos negros con cinturones. También unas pulseras de pinchos y unos pendientes que se enganchaban en la parte alta de su oreja.

Estaba preocupado. Corrí tras ella hasta llegar a su lado. No quise decirle nada, aunque sabía que lo necesitaba.

Llegamos al instituto y me paré con Brais, que quedó boquiabierto al verla.

-¿Es cosa mía, o cada vez que veo a tu hermana está más buena todavía?

-Es por lo que te conté.

Brais frunció el ceño.

-Es una pu... -Cayó al ver que un profesor pasaba por nuestro lado.

Decidimos ir entrando a nuestro aula. Vimos que Nat estaba al lado de Laura, que observaba su pelo impresionada. Entonces, Tamara entró. Miró a los lados con aires de superioridad. Nadie había reparado en ella escepto Brais y yo, que estábamos al lado de la puerta. Se acercó felizmente a la mesa de Nat, interrumpiendo su conversación con Laura. Brais y yo nos acercamos un poco para escucharlas.

-Buenos días chicas. -Las saludó con una sonrisa.

Ninguna de las dos le contestó. Se miraron y siguieron hablando. Tamara dio un golpe a la mesa al apoyar la palma de la mano en ella.

-No seáis mal educadas.

-No seas pesada. -Le respondió Nat.

-Creo que no recuerdas que tengo en mi propiedad una foto tuya semidesnuda.

-¿La que sacó tu hermano? La borró delante de mí.

-Te cres muy lista.

-Me creo lo que soy.

-No te sentirías tan segura si no estuviera Laura aquí.

-Ni tu si ahora estuviésemos las dos solas en la calle.

Se quedó callada. Acto seguido, se giró y se fue. Laura miró picarona a Nat.

-No te comportes como ella.

-Muy tarde para decirme eso. -Le guiñó un ojo.

Empezó la clase y todos ocupamos nuestros sitios. Delante de Nat estaba Laura y detrás Brais. Yo me sentaba tres sitios a la derecha más alante que ellos. Me preocupaba un poco la situación de Tamara, ya que estaba al lado de un Nícolas con la pierna escayolada y Andrew, el chico malo.

Os explicaré algo:

Tamara: cotilla, vengativa, chica fácil e hipócrita.

Nícolas: deportista, fuerte, play boy y popular.

Andrew: oscuro, malvado, un poco fuerte, ágil, inteligente y vengativo.

Esos tres eran malos por separados, así que juntos podían prenderle fuego al colegio. Tamara convencería fácil a Nícolas, ya que Natsuki lo había dejado el dos de enero en el parque diciéndole que lo había visto besarse con otra chica (cosa que era cierta). Andrew ya era otra cosa, a él no le interesaban las venganzas ajenas. Tenía un amigo, que era el manda más del club de ajedrez. Convencerlo para fastidiar a Nat les costaría, pero seguro que si le daban algo algo cambio o le contaban algo que le importase le convencerían.

Me asustaba pensar que podían hacerle daño a mi hermana, y más el hecho de que ella no pensaba hacer nada para evitarlo. Eso me ponía furioso, y parecía que Nat también lo estaba. Sus rasgos eran insolentes y su cara seria. Incluso el rojo de su pelo era oscuro y llamativo a la vez. Esto sería una batalla de la que muchos saldríamos heridos, empezando por Nat. Eso volvía a hacerme sentir miedo, incluso pánico y estrés. 

Mi hermanastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora