Me levanté con un dolor de cabeza descomunal. Las persianas estaban subidas y mi habitación igual que como la había dejado el día anterior. Me acerqué al baño y cogí una pastillas. Luego fui hacia la puerta. Intenté abrirla, pero no lo conseguí. Volví a intentarlo. Nada. Empecé a golpearla y a gritar.
El repiqueteo de unos tacones me avisó de que se acercaba alguien.
-¿Hola? ¿Hay alguien? ¡Natsuki!
-Deja de gritar. -El sonido cesó.
-La puerta está atascada, ayúdame a abrirla.
-No está atascada, la he cerrado con llave.
-¿Por qué has hecho eso?
-Por no dejarme traer ayer a Nícolas.
-¡Natsuki! ¡Abre la puerta, o se lo digo a mamá y papá!
-Entonces yo le digo lo de rus borracheras nocturnas.
Le di un puñetazo a la puerta. Me di la vuelta y caminé hacia mi ventana. La abrí y bajé hasta la calle, aún con la ropa de ayer.
Frente a la puerta de casa, llame al timbre. Los tacones volvieron a escucharse, después la puerta se abrió. Al verme, Natsuki intentó volver a cerrar, cosa que no consiguió.
La empujé y cayó al suelo. Cerré la puerta con llave.
Se levantó enfadada. Llevaba el top de ayer, una falda negra y unos tacones negros. Su pelo estaba recogido en un moño lila. Que estuviese perfectamente maquillada fue lo que me hizo desconfiar.
-¿Por qué estás tan arreglada?
-Iba a salir con Nícolas.
-No. Eso no va a pasar.
-No puedes prohibírmelo.
-¡NO VAS A SALIR CON ESE ENERGÚMENO!
-Si no me dejas, les diré a mamá y papá lo de...
-Me da igual lo que les digas. No vas a ir y punto.
Caminé enfadado hasta la cocina y empecé a hacer la comida. Era la una y todavía no estaba nada preparado.
Hice una sopa y la serví. Natsuki comió sin mirarme. Al terminar, se sentó en el sofá y se puso a escribir con el móvil. Subí a mi habitación. Me cambié de ropa y lavé mis dientes.
Bajé. Ella seguía en el.mismo sitio. Me senté a su lado.
-Nat, entiéndeme.
-Es injusto. Que a ti te caiga mal no es mi problema.
-Es que no me fio de él.
-No tienes que hacerlo. Tan solo fíate de mí.
-En cuanto te lleve a la cama te dará la patada.
-Quiero averiguarlo por mí misma.
Miré el reloj que estaba en la chimenea. Suspiré.
-¿A qué hora viene a por ti?
-A las cuatro y media.
-Son las cuatro, creo que deberías retocarte.
Me miró con brillo en los ojos. Dijo gracias como mil veces y me llenó de besos otras mil antes de subir a su habitación.
A las cuatro y media justas, sonó el timbre. Fui a abrir. Vi a un Nícolas sonriente y arreglado. ¡HASTA OLÍA BIEN!
-Hey Jacob, ¿está ya Natsuki?
Ella pareció detrás de mí.
-Lo estoy.
Me dio un besito en la mejilla y salió de la casa. Cerré la puerta y volví a suspirar.
Me fui a jugar a la play. Necesitaba relajarme, porque el simple echo de pensar que el tío más idiota que conozco, estaba en estos momentos con mo hermana haciendo sabe dios qué... me hacía querer ir al baño a vomitar.
Estuve así hasta las ocho, que fue cuando mi hermanita volvió. Bajé las escaleras corriendo. La vi sola en la entrada, con una sonrisa enorme.
La abracé con tanta fuerza que casi se desmaya. Vi que todo estaba bien en ella, escepto que tenía el pintalabios un poco corrido. Decidí ignorar eso.
-¿Qué tal tu cita? -Estaba básicamente escupiendo las palabras.
-Genial. Nícolas es un cielo, me ha tratado súper bien. Verás, hemos...
-No me interesa lo que hayáis hecho -la interrumpí-, con que estés aquí sana y salva me conformo.
Me di la vuelta para caminar hacia la escalera. De repente, sentí que algo impactaba en mi espalda. Tuve que agarrarme a la barandilla para no caer. Me di cuenta de que había sido Natsuki. Estaba agarrada a mí. Tenía los brazos alrededor de mi cuello y las piernas en la cintura.
-¿Pero qué haces?
-No me gusta que estés enfadado conmigo.
-No estoy enfadado.
-Estás molesto.
-Eso sí.
-Pues hasta que no dejes de estarlo no me suelto.
No dije nada. Subí las escaleras hasta llegar a mi habitación. Entré y cerré la puerta con llave. Me senté en la cama y seguí jugando.
Pasó un rato, me entraron ganas de ir al baño. Entré en este.
-Voy a hacer pis.
-No voy a soltarte.
-Tú misma.
Sus piernas estaban lo suficientemente arriba como para poder mear sin salpicarla. Al terminar, volví a la cama y me tumbé de espaldas, aplastándola.
-¿Te vas a ir ya?
-No hasta que me perdones.
Estuve así como cinco minutos hasta que me cansé. Al levantarme, ella se enganchó más fuerte. Bajamos a la cocina. Me senté en la mesa y esperé a que se distrajese para correr.
Sentí que sus brazos se alojaban. Moví rápido las manos y solté sus pies. Corrí hasta el sofá para evitar que me atrapase... pero se me tiró encima y caí al suelo. Cansado, me giré y la dejé debajo de mí. Atrapé sus manos con las mías.
-Te juro que si no me dejas en paz, te hago un chupón.
Se removió incómoda.
-Haz lo que quieras. No pienso parar hasta que me perdones.
Vi la oportunidad.
-¿Con que lo que quiera?
Bajé la cabeza y empecé a hacerle un chupón en el cuello. Ella gritaba y se movía debajo mía. Levanté la cabeza.
-¿Vas a parar?
-Estás de farol. No llegarás a más que un simple chupón.
-Ahora verás de lo que soy capaz.
Posé mis labios sobre los suyos. Ella no hizo nada hasta que le metí la lengua. Esto no era nada cómodo para ninguno de lo dos. Volví a levantarme.
-¿Te rindes?
-No pienso dejarte ganar.
No quería violar a mi hermana, así que saqué la legua y le chupé toda la cara. Ella gritaba y se movía. Me puse en pié. Parecía enfadada, seguro que lo estaba.
-Considera esto como que te he perdonado la vida.
Me fui al baño. Estaba deseando ducharme.
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Mi hermanastra
Teen FictionJacob, el único hijo de una de las familias más prestigiosas de Suecia. Sus padres deciden adoptar a una niña por su cumpleaños. Él no sabrá como reaccionar a una serie de circunstancias que acabarán con su felicidad.