Esas palabras me dolieron, lo que me sorprendió. Debía de ser la primera vez en tres o quizá cuatro años que sentía algo que no fuera odio, envidia, furia, ira, o sentimientos de venganza.
La levanté por el otro brazo y la obligué a seguirme hasta un pequeño grifo que había al final de la clase. Abrí el agua caliente y le metí dentro el brazo. Empezó a quejarse.
-Duele, duele, duele.
-Si no hubieses hecho esta estupidez no te dolería. Seguro que ni te la desinfectaste. Mocosa idiota. Me apuesto lo que quieras a que tu hermano no lo sabe.
-Sí lo supiera entraría en pánico.
-¿¡Y ACASO TE EXTRAÑA!?
Esta chica me hacía peder los nervios, la cabeza y por su culpa mi corazón parecía un coche de carreras.
La sangre pegada se deshizo, dejando pasar a una más fresca. No salía mucha, pero aún así no podía dejar que siguiese. Cogí la antigua venda y la lavé. Luego se la puse alrededor del brazo de nuevo. Su cara estaba roja y sus ojos algo inchados de llorar.
-Ya está. Más te vale que te laves las heridas todos los días y que esto no vuelva a pasar. Si me entero de que sigues con esto... se lo diré a tu hermano.
-De acuerdo.
Pasaron diez minutos y por fin vino la profesora. Nat salió corriendo de la clase. La seguí hasta la salida sin que me viese. Entonces recordé que su gorro se había quedado arriba. Fui rápidamente a recogerlo y volví a bajar. Eran las siete, pero la noche ya estaba entrando.
Sabía donde vvivía, así que me dirigí a su casa. Por el camino, vi que en un callejón que daba a otra calle estaban unos tíos en círculo riéndose; no les di importancia, hasta que escuché una voz femenina. Entré sin pensarlo y vi que estaban hablando con Nat. Ella estaba apoyada contra la pared, parecía muy asustada. Me abrí paso y puse mi cuerpo entre ellos y Nat.
-Mira por donde, el gran Andrew ha aparecido. -Gritó el que estaba más cerca.
-Ya sabéis -me metí las manos en los bolsillos de mis vaqueros-, pasaba por aquí y decidí haceros una visita.
-Pues si ya estás satisfecho, lárgate. Estamos ocupados.
-Ya... -me pasé la mano por el pelo, levantándolo- la verdad es que yo también.
Cogí a Natsuki por el antebrazo izquierdo, ya que sabía que el derecho le dolía. Tiré de ella hasta el otro lado del callejón; justo antes de llegar a la calle, los chicos, que hasta ahora se habían quedado atónitos mirándonos, nos gritaron.
-¿No irás a follártela? -Bromearon.
-Por lo menos yo sé que podría hacerlo. -Les contesté.
Salimos y la escondí detrás de un contenedor que estaba cerca, ya que sabía lo que intentarían. Me puse el dedo índice en los labios y Nat asintió. Acto seguido crucé a la otra calle y caminé despreocupado, antes de desaparecer de la vista de la chica, los chicos aparecieron. Eran cuatro, estaban delante de mí, rodeándome. Sabía que ella estaba mirando, solo sentía que fuera a ver esto.
-No entiendo por qué te has llevado a la tía. La verdad es que estaba buena.
-Lo siento tío, pero violar a una chica en la calle no creo que sea muy ético. Hazme caso, os he hecho un favor.
Se miraron entre ellos.
-Debo decirte que no pensamos lo mismo, por lo que creo que deberíamos darte una lección.
Reí irónico.
-Siento decirte que con las del insti tengo suficientes.
Uno me agarró de los brazos, pero yo giré lo empujé contra otro tirándolos a ambos al suelo. Intentaron darme un puñetazo, el cual esquivé por los pelos. Le agarré la mano y lo hice caer de bruces al suelo. Solo quedaba uno, que me miraba temeroso. Levanté una ceja, menudo cobarde. Salió corriendo, los demás le siguieron, y yo me acerqué al contenedor. Nat me miraba con los ojos muy abiertos.
-¿Te hicieron algo? -Pregunté frío.
-No.
-No suenas muy convencida.
-Pues lo estoy.
Se puso de pie y volvió a entrar al callejón. Lo atravesó corriendo, así que yo tuve que seguirla. Al llegar, me vi obligado a agarrarla de la muñeca, obligándola a detenerse y mirarme.
-Podrías ser más agradecida, esos idiotas te habrían hecho cualquier cosa. Un gracias no estaría mal.
Ni me miró. Ya arto, la agarré de la otra muñeca y la sacudí. Su pelo se movió a los lados, sus ojos estaban cerrados y su boca apretada.
-¡ESTOY INTENTANDO SER AMABLE CONTIGO!
-¡NO QUIERO TU AMABILIDAD!
Se zafó de mi agarre y salió corriendo hacia su casa. Cansado, me di media vuelta y me largué.
Cuando llegué a casa, mi madre estaba tocando el piano. Me acerqué a su sala de música y la vi tan espectacular como siempre. Pelo negro suelto y ondulado, vestido largo blanco y perfectamente maquillada. Estaba interpretando su obra favorita, por desgracia, no sabía cómo se llamaba, se negaba a decírmelo.
-Hola mamá.
-Buenas tardes Andrew. -Dejó de tocar.
Me abrazó como suele hacerlo y me condujo abrazo la cocina. Hablábamos sobre... no sé. Ella siempre me hablaba de cosas súper interesantes que no entendía.
-Por cierto hijo, ¿qué llevas en el bolsillo?
Dentro de mi chaqueta, tenía un bulto enorme. Saqué el contenido y vi el gorro blanco de Nat. Miré a mi madre y vi que sonreía.
-Veo que alguien se ha echado novia.
-Para nada, es de la chavala con la que fui a cumplir el castigo.
-Entonces, ¿por qué lo tienes tu? Además, está todo sucio.
-Podrías lavármelo.
-Claro, mi principito enamorado.
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Mi hermanastra
Novela JuvenilJacob, el único hijo de una de las familias más prestigiosas de Suecia. Sus padres deciden adoptar a una niña por su cumpleaños. Él no sabrá como reaccionar a una serie de circunstancias que acabarán con su felicidad.