Vamos a jugar

972 63 3
                                    

Me fui a mi habitación con la dignidad por los suelos. Quería guerra, pues la iba a tener. Iba a sentir su cuerpo tan caliente que una supernova a su lado sería una minucia.
                 
Me levanté a la mañana siguiente con ganas de marcha. Tras la última vez que me lo corté, mi pelo había crecido tan rápido que me llegaba casi los hombros. Quería empezar fuerte, así que me lo dejé suelto y lo ondulé. Me puse la ropa de siempre para ir al colegio, pero esta vez me subí un poco más la falda y me calcé unas medias de gato por los muslos. Decidí maquillarme de rosa, pero siempre discreta.

Al salir de la habitación y bajar a la cocina, vi como un somnoliento Jacob mutaba a uno que reprimía sus instintos más primarios. Me desabroché el botón de arriba y me senté frente suya.

-Buenos días, her-ma-ni-to.

Le guiñé un ojo y comencé a desayunar.

Después del desayuno nos fuimos al coche. Nos llevaba el chófer de papá en una pequeña limusina, por lo que había un cristal que no le dejaba vernos.

Me senté lo más lejos posible de él. Cuando faltaba poco para llegar, Jacob se pegó repentinamente a mi y me agarró la mano. Yo iba a decirle algo, hasta que tiró de mi, de forma que quedé tumbada boca abajo sobre sus piernas.

Pensé moverme, entonces sentí como levantaba mi falda y me daba una cachetada. Me levantó y dejó pegada a la puerta de un empujón mientras se alejaba a la suya. Antes de que pudiese gritarle, ya estaba fuera del coche, entrando en el instituto.

Me arreglé un poco y bajé, intentando inspirar toda la seguridad posible. Pasé por la puerta principal y entré en el aula. Como pensaba, una horda de chicos solitarios se me acercó para hacerme varias proposiciones. Para llevar esto un grado más alto, decidí ser un poco como Tamara.

-No lo sé chicos, es que me siento tan cansada y sedienta que no se si podré escoger a uno solo.

Una botella llena apareció en la mesa del pupitre. Miré hacia arriba y pude observar un molesto, pero sonrojado, Andrew. Esto se ponía divertido.

-¿Qué pasa? -pregunté haciéndome la tonta.

-No lo sé, dímelo tú.

Mire hacia Jacob; venía encaminado. Decidí levantarme, y ondeando mi pelo y la falda. La orda de chicos salvajes me siguió. Entré en el baño de chicas y me lavé las manos. No sabía cómo iba a continuar esto, la verdad, es que me daba miedo el resutado, pero el... no, ellos se lo habían buscado. Si querían una Natsuki "rara", si ese era el adjetivo, la tendrían.

Volví a salir y entré en el aula justo antes que el profesor, que hizo un gran esfuerzo por no mirarme de forma descarada. Todos estaban ya sentados, por lo que mi presencia destacó más de lo que me hubiese gustado. Me senté un poco sonrojada, con las miradas de mi hermana y... ¿amigo?, sí amigo, quemándome.

Matemáticas, teníamos ejercicios para corregir. Salí a la pizarra a corregir el primero, intentando parecer lo más pesimista posible, ya que la chica que estoy intentando parecer no querría. Lo hice, mal claramente, y volví a sentarme. El profesor lo corrigió y me miró extrañado.

Al terminar la clase, me pidió que me quedara con el un momento.

-¿Qué te sucede? Llevas desde principio de curso sin fallar nada, algo ha tenido que pasar.

-No para nada.

-Sabes que si sucede algo puedes decirlo, ¿verdad?

-No me cabe duda, muchas gracias -ser educada con un profesor es lo más fácil del mundo.

Caminé al aula siguiente, pero antes de llegar vi a Andrew que me obligó a seguirlo a otro pasillo, desierto en aquel momento.

-¿Se puede saber qué rayos te pasa?

-¿Por qué me lo pregunta todo el mundo?

-No lo sé, pero las pintas que llevas a mi no me parecen normales.

-Venga vamos, porque un día vaya un poco más "suelta" no tiene por qué pasarme algo.

-Sí claro, ¿te crees que no he visto las miradas que te echa tu hermano? Es obvio que a vosotros dos os pasó algo.

-Te equivocas, estamos genial.

Y con esto lo ignoré y seguí andando, pero su mano agarró mi muñeca y me impidió irme. Me giré a mirarlo enfadada.

-¿Qué te crees que haces? Suéltame -soné autoritaria.

-No hasta que me digas qué está pasando.

-No te entiendo, normalmente sudas de todo lo que pase en la vida de los demás, pero hoy te noto especialmente interesado en mi vida.

-Porque eres una de las pocas personas que tienen la suerte de estar en mi corazón.

Me puse roja, el parecía no ser consciente de lo que acabo de decir, pero unos segundos después se puso pálido y luego ambos hicimos juego junto con mi cabello.

-Es decir... ya sabes... yo...

-Déjalo, te he entendido.

Le abracé, era hora de acabar con este juego. A saber que castigo me obligaría a realizar Jacob.

Mi hermanastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora