Make

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Decidimos ir a la segunda hora. Yo y Andrew hablábamos sobre quién sería el que tenía mi ropa. La verdad, es que estaba preocupada.

Tocó el timbre, por lo que la gente empezó a salir de las aulas. Entonces, vi como aparecían Josh (el chico que le cogió la ropa a Nat) y el empollón de ajedrez. Estuve un rato fijándome en ellos, hasta que veo que uno le da una bolsa a otro. El empollón le pasó dinero después.

No me lo podía creer... Corrí a buscar a Nat, que no sabía cuando se había separado.

Empujé a la gente hasta que di con ella; estaba hablando con Laura.

-Perdona, te la robo un segundo.

La agarré de la muñeca y la llevé a la sala del consejo estudiantil, en la que solo había gente por la tarde.

-Sé quien ha comprado tu ropa interior.

Abrió los ojos y la boca.

-¿Quién?

Estaba a punto de decírselo, pero entonces pensé que podría lastimarla.

-Es que, yo... si te lo cuento quizás te haga daño.

-No lo harás.

-Es Make.

Se quedó callada. Miró al suelo, con los ojos muy abiertos.

-¿El de ajedrez?

-Sí.

Me abrazó muy fuerte y empezó a sollozar en mi hombro. Yo la sujeté y le froté la espalda, intentando consolarla. Después de unos minutos paró de llorar.

-Andrew, ¿podrías hacerme un favor?

La miré extrañado.

-¿El qué?

-Quiero que me ayudes a hundirlo.

Me asustó, ésta no era ella.

-Si haces eso, solo conseguirás ser como él.

-Pero si no lo hago... nunca pararán.

-Te ayudaré a que nunca te vuelvan a hacer putadas. Te lo juro.

-Gracias.

Me abrazó.

Como nos íbamos a perder la segunda clase, decidimos ir al recreo.

Al salir, vi en la puerta a la peor persona de este mundo.

Rápidamente agarré a Nat y la metí dentro del colegio. Ella me hablaba, pero no la estaba escuchando. La metí en la sala de delegados de nuevo y cerré la puerta.

Dentro, vio que yo estaba agitado y me obligó a mirarla. Yo no sabía si él la había visto... tenía miedo.

-¿Qué pasa? -dijo ya algo alterada.

-Hay fuera un tío muy peligroso.

-Si tu has asustado de él, puedo imaginarme lo peligroso que puede llegar a ser.

-Ese tío es un secuestrador.

Se puso pálida.

-¿Y cómo lo sabes?

-Porque lo he visto. Una vez, una compañera de clase desapareció durante una semana por culpa de ese tío... yo mismo vi como se la llevaba. Siempre me culparé por no haber hecho nada. Recuerdo les saqueó diez de los grandes a sus padres. Por suerte, gracias a sus trabajos, no tardaron en recuperarlos.

-Que mal royo. ¿Solo secuestra a chicas?

-No, a él el sexo le da igual, solo le importa que la familia sea rica.

-Andrew - le temblaban las piernas- , tengo miedo.

Rápidamente la abracé.

-No tiene por qué pasarte nada. Además, si ese tío se te acerca, estaré yo o tu hermano. Estarás segura.

-Gracias.

-Ahora, vamos al comedor. Que allí siempre hay algo interesante.

Abrí la puerta... él estaba allí.

-Vaya, que suerte he tenido de que no estéis en clase.

Le di una patada en la entrepierna, agarré a Nat de la muñeca y fui a la sala de profesores. Dentro tuvimos la suerte de ver al de gimnasia.

-Señor, ahí fuera hay un hombre que nos quiere secuestrar -le dije alterado.

Detrás de mí apareció.

-¿El padre de Make os quiere secuestrar? -empezó a reír.

Él entró, se le acercó y antes de que reaccionase, le puso un pañuelo en la boca. El profesor cayó inconsciente en el suelo.

-Tranquilos, no está muerto, pero no creo que recuerde de nada.

Me puse entre ella y el tío. Ambos estábamos impresionados, no podía creer lo que acababa de oír.

-Mira chico, siento esto, pero tu casa no me interesa. He venido a por la japonesa.

-Nat, corre.

-No te dejaré.

-Yo puedo con él.

-Pero quiero ayudar.

-Me ayudarás si huyes.

Se lo planteó. Me sujetó de la muñeca y corrió conmigo por los pasillos. Irrumpió en un aula... no había nadie.

-¿Dónde están todos? -pregunté asustado.

-Hoy me han ayudado a que el colegio esté... desierto.

-No te la llevarás.

-No te preocupes, tú también vienes.

-Oblígame.

El tío cerró la puerta con llave y sacó algo parecido a una máscara del bolsillo. Se la puso y dejó caer en el suelo algo que no supe identificar.

-Dulces sueños.

Aguentamos la respiración. Intenté abrir la ventana, pero fui incapaz, al final ambos caímos al suelo.

Mi hermanastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora