No es posible

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Me desperté a las siete y media por culpa de mi alarma. Le envié un mensaje a mamá, papá y Sara diciéndoles que no iría al instituto. Luego volví a dormir.

Me levanté de la cama a las nueve, esperándome estar desnudo... estaba vestido. Tenía puesto el pijama. Pensé que quizás me lo puse y no lo recordaba. Entonces pensé en el chupón que Nat había hecho en el cuello. Corrí al espejo a verlo... ¡NO HABÍA NADA! Me calmé y fui a la habitación de ella... no estaba.

¿Era posible que lo hubiese soñado? No, no podía ser verdad. Una persona no puede soñar algo así. ¿O sí?

Llamé a Nat por teléfono, que para mi sorpresa, me cogió.

-Hey Jacob, ¿qué te pasa? ¿Por qué no has venido hoy?

-¿Qué pasó ayer? -fui directo.

-No sé a qué te refieres, te di ese beso de buenas noches y luego te marchaste a domir.

-¿Nada más?

-No, ¿por qué?

-No, nada. Estoy enfermo, cuidado cuando vuelvas a casa.

-De acuerdo, te quiero hermanito.

-Sí y yo.

Le colgué y me tiré en la cama. No podía creérmelo. Me sentía muy sucio, pero lo de ayer sentía que de alguna forma había sido real.

Supongo que sentía algo por Nat que no entendía, o que quizás no quería admitir.

Me enfadé, yo no era así. YO NO ERA ASÍ. Cogí la silla de mi escritorio y la tiré contra el suelo, airado.

Bajé a la cocina, donde se suponía que debía estar Sara. Al verla haciéndome el desayuno, me calmé un poco. Miró en mi dirección y sonrió.

-Buenos días. ¿Ya te encuentras mejor?

-Sí, gracias. -le contesté seco.

Desayuné en silencio, luego subí de nuevo a mi habitación para dormir un poco más; no quería ver a nadie.

Me encontré en el salón de mi casa. Natsuki estaba en una esquina, con un vestido blanco muy elegante y abalorios de perlas; mientras que Laura estaba en el opuesto, con un vestido rojo exactamente igual y abalorios de plumas. Ambas me llamaban y pedían que las eligiese, mas yo sentía que no podía moverme.

Miré a mis pies y vi unas manos sujetándolos. Moví las piernas y forcejeé para salir... no cedieron.

-¡ELÍGEME! -empezó a gritar Laura.

-¡ELÍGEME A MÍ! -respondió Nat.

Estaba bloqueado, no podía pensar con claridad. Todo me daba vueltas, no podía respirar. Sentía que me caía y entonces... me desperté.

Estaba bañado en sudor y lagrimas. Sara entró llorosa en la habitación.

-¿¡Estás bien!? -se calmó- No parabas de gritar.

-Lo siento, es que he tenido una pesadilla.

-Anda, date una ducha y cálmate.

Fui al baño, me desnudé con calma. Entré en la ducha, abrí el agua; salía fría, pero me metí debajo igual. Me sentí relajado, más incluso cuando salió la caliente.

Me di una ducha lenta y relajante. Volví a ponerme el pijama, para bajar al salón. Sara me esperaba sentada en el sofá.

Me dio un abrazo y me relajó con una canción que mi madre me cantaba cuando era niño. Me sentí mucho mejor, aunque no podía dejar de pensar en que mi sueño había estado fuera de lugar y que no debía contárselo a nadie.

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Capítulo cortó,  pero intenso. ¿Qué pasará?

Chan Chan Chan.

Mi hermanastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora