Todos juntos

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¡ESTO ES HORRIBLE! Hoy, día 31 de Diciembre de 2016, tenemos una cena en casa de mis abuelos. Asistirán familiares y amigos. Pero eso no es lo horribles, ¡si no el hecho de que no podré salir! En fin.

Son las diez y media de la mañana. Natsuki aún duerme, ya que ayer salió con Nícolas hasta tarde. No sé qué hicieron, y espero morir sin saberlo.

Bajé a desayunar. Mamá leía un libro y papá preparaba tortitas. Me acerqué a ella para preguntarle la hora a la que Nat había vuelto ayer. ¡LA UNA! De acuerdo, yo a veces vuelvo bastante más tarde, ¡PERO YO NO TENGO NOVIA!

Desayunamos los tres, pero le dejamos cuatro tortitas a mi hermana.   A las doce, ella bajó. Todavía estábamos todos en pijama. Saludó y empezó a comer. Al terminar, todos subimos a nuestras habitaciones a prepararnos. Mamá había sido muy estricta con la ropa, si que nos dejó en las habitaciones unos trajes que quería que nos pusiésemos. El mío era negro con una pajarita roja. También me obligó  ponerme gomina para eche el pelo hacia atrás. Salí y vi que mi padre estaba igual.

-Esto es horrible. -Me dijo.

-Estoy de acuerdo.

-Tu madre y tu hermana aún se están preparando, ¿jugamos al billar?

Asentí. Fuimos a la habitación del fondo, que era donde teníamos un montón de juegos. Mientras esperábamos, echamos una partida al billar, los dardos y futbolín. A las tres, las dos salieron. Mamá llevaba un vestido largo de color rojo con el escote en forma de corazón, tenía el pelo recogido en un moño. Y Natsuki... vaya... ella... vaya. Llevaba un vestido lila por encima de la rodillas de media manga, unos zapatos de tacón negros y dos moños con mechones de pelo rizo suelto a los lados. Mamá y ella llevaban unos colgantes rojos.

-Estáis bellísimas. -Comentó mi padre.

-Estáis deslumbrantes.

Se rieron. Fuimos al coche para ponernos en marcha a casa de los abuelos.

Llegamos a las cinco. Cabe decir que estábamos hambrientos, pero como la abuela y mis tías siempre hacen un montón de comida, mamá y papá nos prohíben comer ese día.

Entramos. Ya había bastante gente. La mansión de los abuelos era impresionante: frente a la playa, quince habitaciones, cinco baños, una cocina enorme y un gigantesco jardín. Dentro estaban ya los amigos de mis abuelos, algunos tíos y primos. Conté, vi que solo habían veinte personas. Se suponía que seríamos 51 (ese uno es Natsuki). Hoy todos conocerían a mi hermanita, por lo que parecía  un poco nerviosa. No paraba de jugar con las manos, también estaba todo el raro con mamá o papá. Yo me acerqué a un primo que adoraba; nos pusimos a hablar.

A las diez empezamos a cenar. Las tías y abuelas sirvieron los langostinos. Natsuki estaba sentada a mi lado, así que pude observar como los miraba con asco.

-¿No te gustan? -Pregunté.

-Nunca los he probado.

Cogí uno y lo pelé. Luego se lo pasé y le expliqué cómo debía comérselos. Lo probó y sus mejillas se sonrojaron. Intuyo que le gustaron, ya que empezó a cogerlo de la bandeja como si no hubiese un mañana. A las once menos cuarto, se puso la televisión para escuchar las campanadas, pero antes, mi padre cogió una copa y le dio u os golpecitos con una cuchara. Todos le miraron y reinó el silencio.

-Tan solo quiero presentar a la nueva integrante de la familia, mi hija Natsuki. Por favor cariño, levántate.

Natsuki se puso en pié. Estaba roja, y sus ojos maquillados relucían mientras miraban a todos y sonreía. Ambos volvieron  sentarse.

Se empezaron a servir los platos con doce uvas, pero como faltaban diez minutos, los más jóvenes salimos a una habitación. Éramos trece, cinco seis chicos y siete chicas. De esos chicos, dos no eran familia, de las chicas cuatro no lo eran.

-Bueno, ¿qué habéis planeado para este año? -Le pregunté a la pareja de gemelos que no eran familia.

-Muy sencillo, hemos decidido jugar a la botella. -Me respondieron a la vez.

-No tenemos botellas. -Dijo una prima.

-En realidad, tenemos algunas en el coche. Ha costado, pero hemos conseguido traerlas.

-Entonces, después de las campanadas, tendremos fiesta. -Concluyó un primo.

Los gemelos asintieron. Escuchamos a la abuela llamarnos, así que bajamos todos corriendo.

Mi hermanastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora