-Me gustas -le dije, sabiendo que me estaba sonrojando.
-Tú también me gustas -respondió entre risitas.
-¿De qué te ríes? -pregunté confuso.
-De tu inocencia -me quedé de piedra-. ¿En serio piensas que una chica como yo podría enamorarse de ti? Eres patético.
-¿Por qué dices eso? Yo te amo, te quiero a mi lado.
-Ja, no me hagas reír.
Su figura se hizo enorme para mí. Me arrodillé y empecé a llorar, sintiendo que no servía para nada.
-Eres patético. Patético. Patético. Patético. Patético. Patético. Patético.
Levantó su pie, y justo antes de que me aplastase... me desperté. Estaba empapado del sudor, también sentía que mi corazón iba a mil por hora. Una pesadilla.
Miré el reloj y me di cuenta de que eran las cinco de la mañana. Incapaz de seguir durmiendo, me levanté y preparé para ir al instituto. Ya las siete, decidí sentarme en el sofá, puesto que aún quedaban casi dos horas. Mientras encendía la televisión recibí un mensaje de Tamara. Decidí no abrirlo, no quería saber nada de esa zorra. Pasado un rato recibí otro, del que pasé. Diez minutos después me llamó. Ni siquiera me digné a colgarle, dejé que sonase hasta que le saltase mi contestador. Supuse que como se había quedado sin su amiguete quería volver a tener un rollo conmigo, por desgracia para ella, no compartíamos el mismo deseo.
Impulsado por mi triste estupidez, apollé la cabeza en la parte de atrás del sofá. Sonó un ruido y abrí los ojos. Salí hacia la puerta. Tras ella, encontré a Nat. Me quedé impactada al verla allí. Pasó sin hacerme caso, yo era incapaz de decir nada.
-Con que esta es tu casa con luz del día- Eso me extrañó, ella ya había estado allí antes. Le toqué el ombro, pero mi mano la traspasó. ella se giró, mirándome sonriente-. ¿Qué coño haces? -Natsuki nunca decía palabrotas, algo raro pasaba- Recuerda mis palabras, eres patético -caí por una extraña fuerza hacia atrás-. Todo tu ser me repugna, me dan arcadas de tan solo mirarte, eres repulsivo, asqueroso, insufrible y, vuelvo a repetir, p-a-t-é-t-i-c-o... patético.
-¡DEJA DE REPETÍRMELO!
Se hizo el silencio. Nat me miraba sorprendida, casi orgullosa aunque, obviamente, no de mí.
-Anda, pero si sabes hablar y todo. O sea, que no te gusta que te llame patético, en ese caso, cambiaré un poco. Veamos, veamos... puf, esto de pensar se me da fatal. Creo que me quedaré con patético. Porque, a fin de cuentas, es cierto. ¿Verdad, Andrew?
Abrí los ojos de nuevo. Otro mal sueño. Suspiré, este día estaba siendo horrible. Miré la hora, lo que me hizo darme cuenta de que llegaría tarde a clase. Cogí mis cosas, la bici y salí pitando.
Encadené la bicicleta e hice lo que peor se me da en este mundo: correr para no llegar tarde a clase. Me encontré empujando a algunas personas que esperaban impacientemente a que abriesen la clase. sin darme cuenta, entré en la mía despeinado, jadeante y un poco desaliñado.
-Vaya, siéntese Andrew.
Asentí. Pasé agachando la cabeza, me senté y saqué los libros. Tan solo habían pasado cinco o seis minutos de clase cuando empecé a sentir sueño; decidí que no dormiría. Por suerte, recibí una nota. La cogí del suelo con disimulo, luego la abrí.
Andrew, por favor, necesito hablar contigo. Ven en el recreo al aula de informática, yo te esperaré allí. Por favor, no faltes. Te kiero, Tamara.
Puse mala cara, pero sabía que iría. Tamara aún era algo importante para mí, no la dejaría plantada.
Pasaron las dos horas. Llegué al aula que ella me había dicho, allí estaba, me esperaba sentada en la mesa del profesor. Cerré la puerta detrás de mí. Me encaré directamente a ella, poniéndome delante suya. No le permitiría volver a seducirme.
-¿Qué querías?
Bajo de la mesa, se acercó a mí, me miró a los ojos y con una sonrisa respondió.
-A ti.
Me agarró la cabeza para que me agachara y pudiera besarme. Nunca había sentido esa pasión salir de su boca, por eso sabía que no era real. La aparté con ferocidad. Ella me miróa los ojos, tenía corrido el pintalabios, que yo saqué de mi cara con un pañuelo.
-¿Qué mierda te cres que hacías?
-Intentaba recuperarte.
-No me vengas con esas, sé perfectamente lo que había entre tú y ese gilipollas.
-Andrew yo...
-No, cierra el pico. No quiero saber nada de ti, así que déjame en paz.
-Me parece algo patético por tu parte que me dejes pasar por esa zorra de Natsuki.
Reí.
-Que ciega estás, no me puedo creer que no te hayas dado cuenta de que la zorra eres tú, y creeme, podría ponerte más adjetivos a parte de ese, así que no te atrevas a insultarla otra vez.
Me largué.
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Mi hermanastra
Teen FictionJacob, el único hijo de una de las familias más prestigiosas de Suecia. Sus padres deciden adoptar a una niña por su cumpleaños. Él no sabrá como reaccionar a una serie de circunstancias que acabarán con su felicidad.