No entendía a mi hermana; tanto estaba triste, como contenta, como enamorada... tan sólo esperaba que se aclarase un poco.
Me acosté y miré al techo durante un rato. Estaba confundido, no sabía la razón de que los besos de Natsuki me supiesen tan... deliciosos.
Las once y media. Llevaba ya una hora mirando al techo. Me harté y decidí ir a la habitación de Nat. Ella estaba sentada en su escritorio, haciendo los deberes, o más bien, adelantándolos. Me miró extrañada.
-¿Qué haces aún despierto?
-No podía dormir y me apeteció venir a verte. ¿Qué haces?
-Adelanto los deberes de Biología.
-¿Por qué?
-Siempre es entretenido tener algo que hacer.
Me rasqué la nuca. Yo sabía que había venido, pero no sabía cómo pedírselo sin que se extrañase o asustase. Al final me acerqué a ella, apoyé los brazos en su silla y le di un beso en los labios. Cuando me separé me sentí mucho mejor. Ella se tocó los labios, se puso roja, e incluso diría que me miró entre extrañada y feliz.
-¿A qué ha venido eso?
-No sé, simplemente me apetecía.
Me di la vuelta y me dirigí a la puerta, ya que había conseguido lo que quería; entonces Nat se levantó y me detuvo por la muñeca. La miré perplejo, ¿qué estaba haciendo? Tenía la cabeza gacha, parecía que no se atrevía a mirarme a los ojos.
-¿Puedes quedarte conmigo? -me preguntó temblorosa.
-No creo que esté bien. Mamá y papá están en casa y, además, yo tengo novia.
-Pero me has dado un beso.
-Sí, pero tú misma lo dijiste. Somos hermanos, así que no es nada serio.
-Ya, por eso no pasa nada si lo repetimos... ¿no?
Por un momento lo pensé, lo que hizo que recordase algo importante.
-Pero Laura es tu mejor amiga, y creo que esto sería un engaño hacia ella por parte de los dos.
-No tiene por qué, nosotros no somos nada, solo hermanos.
-Supongo que tienes razón.
Fui a cerrar la puerta de mi habitación y luego la de Nat con llave. Me senté en su silla y le pedí que se sentase encima mía. Puso sus piernas a horcajas sobre la mía. Me abrazó y empezó a besarme, por lo que yo la seguí. Me encantaba el sabor de sus labios, era embriagador, cada vez que los probaba me hacía más y más adicto a él. Su cuerpo se sentía tan bien pegado al mío, tan frágil, tan pequeño, tan cautivador, tan... tan... mío. Ella tenía sus manos puestas entre sus piernas, apoyándose en la mía. Las agarré y las puse a la altura de mis hombros, pero sin apoyarlas. Le mordí despacio el cuello y le chupé la oreja. Ella se estremeció sobre mí, cerrando las manos. La miré sonriente, ella estaba roja y con un poco de sudor en la frente; se notaba que estaba nerviosa. Volví a besarla y le mordí el labio, tirando de él hacia atrás. A Nat le temblaban las piernas. Me apartó.
-Se me cansan las piernas.
-No me importa. -le respondí.
La agarré por las muñecas de nuevo, volviendo a besarla. Ella me apartó.
-Cambiemos de posición.
-De acuerdo.
Se levantó y vi que mi pantalón tenía una pequeña mancha como de agua. Ella se puso aún más roja y tiró de sus pantaloncitos para abajo.
-Lo siento.
Me enfadé con ella por pedirme perdón. La empujé a la cama, tirándome encima de ella. La besé con pasión y ella me lo devolvió. Subió sus manos por encima de mi cuello, empezando a juguetear con mi pelo. Me separé y la miré con dulzura.
-Podemos dejarlo aquí si quieres. -me dijo.
-Ahora ya he empezado -me saqué la camiseta-, y no voy a detenerme.
Puso los brazos a la altura de sus hombros, esperando a que me agachase para volver a entrelazarlos. Le subí la camiseta, tapándole la cabeza. La besé a través de ésta, dejando una pequeña marca húmeda. Empecé a besar su vientre. Sabía que no la merecía, ella era tan hermosa... pero lo hacía por su bien, para que olvidase lo de Tamara. Sí, esa era la razón de todo esto, esa era la razón por la cual esto no estaba mal. Metí mis manos por sus pantalones, use mi boca para explorar sus pechos, que estaban desnudos ante mí. Nat respiraba agitada, y eso me hacía pensar que le gustaba.
Estaba a punto de bajarle los pantalones cuando me pidió que parase. Le saqué la camiseta.
-Si vamos a más podríamos despertar a mamá y papá.
-¿He hecho algo mal? -pregunté.
-No, pero creo que no hay que excederse.
Le saqué los patalones y levanté sus piernas.
-Ya es tarde para decir eso.
Continué, ella aguantó sus gemidos.
-Sí sigues así, no podré perdonarte.
La bajé. Me acerqué a su cabeza, apoyada contra la almuhada, agarré sus muñecas con una mano y las subí hasta sus pechos. Hice un poco de fuerza para que no se me escapase.
-¿Lo dices en serio?
Miró a otro lado. Con sus manos, la obligué a mirarme.
-No. -me dijo.
Levanté sus manos y la besé. Ella era perfecta.
Después de un rato, miré el reloj y comprendí que era la una. Ella estaba despierta a mi lado, abrazándome.
-Mañana le diremos a mamá y papá que nos encontramos mal.
-Vale. -Me contestó.
La besé una última vez y fui a mi habitación. No quería que mamá y papá se entrasen de que estaba enamorado de mi hermana y de su mejor amiga.
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Mi hermanastra
Teen FictionJacob, el único hijo de una de las familias más prestigiosas de Suecia. Sus padres deciden adoptar a una niña por su cumpleaños. Él no sabrá como reaccionar a una serie de circunstancias que acabarán con su felicidad.