Estás sola

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Después de cenar y esperar a que todos se acostasen, me puse unos vaqueros, unos botines, una camiseta de manga corta y una chaqueta de cuero. No me desmaquillé y decidí alisarme bien el pelo.

Salí de casa a hurtadillas, con el móvil en la chaqueta y sin dinero. Caminé unas cuantas manzanas hasta la casa y me encontré un verdadero fiestón. Había más chicos que chicas, se notaba a leguas la razón de la fiesta. Entré agachando la cabeza, busqué a Andrew en el piso de abajo y luego en el de arriba. Al no encontrarlo, fui al jardín y di una vuelta al rededor de la casa. Vi a un encapuchado en el panel de la casa con unos alicates.

-Andrew. -susurré.

Se giró y le vi. Corrí hacia su dirección y le abracé. Me miró perplejo.

-¿Qué haces aquí? Creía que no podías.

-Y no podía, pero me cansé de hacer lo que Jacob decía cuando él rara vez me hace caso.

-Entonces supongo que vienes a echar un cable.

-Sip. ¿Qué hago?

-Subir al piso de arriba, allí encontrarás una habitación que da justo al lugar en el que estamos. Dejé un bote de pintura rosa. Cuando los chicos vengan aquí a arreglar esto se lo tiras encima.

-Entendido.

Hice todo lo que me dijo al pie de la letra. Abrí la ventana, cogí el bote y esperé a que aparecieran. Después de unos minutos, observé como Andrew se escondía detrás de un arbusto y aparecían los chicos. Me preparé. Tuve la suerte de que quien pretendía arreglar el problema era Nícolas. En cuanto lo tuve debajo dejé caer la pintura. No me di el placer de disfrutar de su cara manchada. Dejé el bote tirado y corrí hacia afuera para bajar por la escalera. Llegué justo a tiempo, ya que pude confundirme con un grupo de gente que se disponía a hacer lo mismo que yo.

Los chicos entraron airados por la puerta, la mayoría estaban manchados de verde. Aproveché en el tiempo que subían para salir de la casa. Andrew en teoría me esperaba una manzana más alante. Avance hasta allí y me lo encontré.

-Está todo grabado -declaró -. Lo pondremos la semana que viene en una exposición de cortos que organiza el instituto. Será divertido.

-Ojalá hubiera visto su cara.

-Tranquila, voy a hacer tantas copias que te cansarás de verla.

Reímos y echamos a andar. Llegamos a a un parque no muy lejos de mi casa, así que decidimos sentarnos a descansar.

-Y dime, ¿cómo te ha dado por esto?

-No sé, me apetecía.

-Es raro que ese perrito faldero al que llamas hermano no te haya vigilado.

-No suelo hacer estas cosas.

-Pues con los juegos esos tan raros que tenéis me extraña.

-Solo ha sido esta vez, la verdad es que a mi no van.

-Pues hoy parecías un cebo para chicos que piensan con el amiguete de abajo, antes que con el de arriba.

-Ya, a veces pienso que olvido cosas.

Me miró extrañado.

-¿A qué te refieres?

Suspiré.

-Esto solo lo saben los del orfanato, nadie aquí sospecha nada. Júrame que no lo contarás -asintió muy convenvido-. Cuando tenía catorce años, los dueños del orfanato me permitieron empezar a dormir en el piso de arriba con los de mi edad. Allí, habían dos guardias que vigilaban que todos estuviésemos bien.

>>Una noche, mi compañera de habitación y yo estábamos jugueteando. Había un partido de fútbol, por lo que los guardias nos habían dejado estar despiertos a todos hasta que terminase. Uno de los guardas era nuevo y parecía estar muy apegado a todos nosotros. Al terminar el partido, el veterano se durmió, pero el otro entró en nuestra habitación. Nosotras estábamos correteando, al ver su cara nos detuvimos en seco. Estaba sonriendo de forma malévola y miraba a mi compañera raro. Saltó sobre ella y comenzó a darle bofetadas. Lloraba, yo quería ayudarla pero estaba tan asustada que no era capaz de moverme. Al final, conseguí reaccionar. Lo empujé y me interpuse entre ellos. El chico me agarró por el pelo y me llevó a la cama. Supongo que no es necesario decirte que hizo.

>>Mi amiga aprovechó para ir a por el veterano, que lo noqueó y me llevó al hospital en cuanto llegó la policía. Me hicieron varias analíticas, mas como tenía once años no pasó nada. Me preguntaron si quería una operación para cerciorarme de que todo estaba bien, me negué. Ese fue el día en el que comprendí de que no debía fiarme de nadie, y hoy al venir aquí y haberme portado de una forma extravagante... me hace pensar que olvido que hay que ser prudente.

Andrew se me quedó mirando, entonces me di cuenta de que una lágrima cruzaba mi cara.

-¿No vas a decir nada? -pregunté con voz temblorosa.

Saltó de su sitio y me abrazó con fuerza. Su respiración era pesada.

-Lo siento muchísimo. No tienes ni idea de lo mal que me siento.

Le acaricié la espalda.

-No te preocupes, ya lo he superado. Lo detuvieron por pedofilía.

-No volveré a dejarte sufrir así.

Mi hermanastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora