capítulo 29: "San Francisco"

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Maratón 3/?

Andrea.

Lucas y yo llevamos mucho rato caminando, podría decirse que aproximadamente unas ocho horas caminando. Y en estás situaciones detesto que Estados Unidos sea tan grande y todo quede completamente lejos. Mis pies duelen y mi frente brilla por el sudor de tanto caminar.

  Me duelen muchas partes del cuerpo, trago saliva constantemente por todo el tiempo que llevo sin tomar una gota de agua. Mis tripas suenan debido al hambre que cargo, pero las circunstancias son complicadas y no me dan muchas razones para darme por vencida. Nuestra ropa estaba rasgada y con algunas salpicadas de sangre, por lo que nadie nos contestaba cuando preguntábamos algo.

Solo huían como si quisiéramos robarlos o algo por el estilo. Y no los juzgo, pero su desprecio hace que me sienta mal, no es culpa nuestra todo lo que nos pasó y el ni siquiera saber dónde nos encontramos. Sin contar los miles de pensamientos negativos que divagan por mi mente y estoy tratando de evitarlos a toda costa.

Miro a los lados y puedo observar al frente como hay una enorme plaza con una fuente en el medio. Carritos de comida rápida y muchos niños corriendo por aquí y por allá. Hay una  estatua de una Virgen que no recuerdo cuál es.

   Esta plaza se me hace conocida.

   Y como sacada de una película, comienzo a recordar libros, revistas. Las vacaciones con mi madre y sin duda alguna, sé dónde estamos. Es la plaza de San Francisco. La cual se encuentra a unas tres horas de New York, nuestro hogar.

- ¡Lucas! - grito emocionada y este voltea a mirarme - estamos en la calle san Francisco, llegamos a New york - grito emocionada y este solo me abraza. -

  Nos llevará un tiempo, y nuestro cansancio es inmenso. Pero como una llama de fuego, que va creciendo y haciéndose más intensa. Mis esperanzas de que estaremos bien. Están muy presentes.

Tyler

Estamos en clase de cálculo. Y ésta como muchas otras las comparto con Alex. Y algo extraño, es que no solemos sentarnos siempre juntos. Ella siempre se sienta en primera fila, pues es muy ordenada y le fascina tomar apuntes y poder prestar así atención. Por mi parte, estoy dentro de los mejores promedios pero prefiero sentarme un poco más alejado. Aunque igual presto atención a las clases.

Desde el lugar en que me encuentro puedo observarla perfectamente. Y me genera curiosidad el verla tan distraída, su mirada se encuentra perdida o garabateando algo en su cuaderno. Y para ser tan aplicada, se nota a millas de distancia que no está concentrada.

– ¿Williams algún inconveniente? ¿Desea salir un momento? – Pregunta el profesor Anyer con un tono de voz dulce y preocupado.

Es joven para ser nuestro profesor, de gradúo hace poco. Pero eso no limita sus conocimientos. Es increíble su conocimiento y aún más si capacidad humana. Increíble como en estos tiempos cuesta toparse con profesores así.

– No, disculpe. Todo está bien – responde Alex en voz baja. A lo que el maestro asiente con la cabeza no muy convencido y continua la clase.

Entiendo que la situación con los chicos pueda preocuparla. Y mucho más el ni poder hacer nada para ayudarlos. Pero también presiento algo más le sucede. Y el que no me quiera contar, me hace sentir mal.

Más que su novio, quiero ser su mejor amigo, alguien en quien ella pueda confiar, su hombro para llorar. Y quién la ayude a salir adelante. Y el que no tome eso en cuenta. Solo me hace sentir que he fallado, y tal vez Alex es muchísimo para mí.

La campana indicándonos la hora del almuerzo, suena alegandome de mis pensamientos, recogo los libros que había sacado y los meto en mi mochila, salgo del aula de clases acompañado de Alex a mi lado.

Nos dirijimos a la cafetería cada uno pidio su almuerzo y no sentamos en una mesa, estábamos en silencio, un incomodo silencio, el cual ella rompió.

- ¿Te encuentras bien? - me pregunta un poco timida y preocupada -

- Es lo mismo que yo me pregunto - digo un poco ya enfadado - has estado distraída todo el día, se supone que puedes confiar en mi. A estás alturas del partido, Alex, no sé si es lo mejor seguir así.

- ¿Rstás terminado conmigo? - dice y veo como sus ojos se cristalizan -

Y al notar sus ojos brillar y no de esa felicidad que tanto la caracterizaba. Simplemente me hace pensar lo imbécil que soy.

La hija del presidente  (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora