Cap.29-El Canto de la Sirena p.1

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La vida en altamar puede ser increíblemente tediosa, tener rutinas e idear distracciones es crucial y para Francis era importante por motivos adicionales, la rutina le mantenía calmado y si estaba calmado los ataques eran menos probables.

Se levantaba con las primeras luces del amanecer y daba un paseo por la cubierta en compañía de Ateo, el perro le había tomado cariño desde un día que le dio piel de pescado y ya era prácticamente su dueño, la tía Marinette solía ser la siguiente en levantarse y poner a todos de pie antes de llevarle el desayuno a su camarote; a lo largo del día Clement y él se turnaban en el timón y cuando no le tocaba verificaba el curso, recorría la nave, veía que todos tuvieran algo que hacer y su sus obligaciones se terminaban, lo que sucedía con mayor frecuencia cada día, iba a buscar a Axiuru.

-No he leído este-tenía una buena colección de libros en su camarote para sus ratos de ocio.

-Es de mis favoritos, poemas de Jaques Pernau.

-Aun no leo bien el francés.

-Permíteme-tomo el libro y busco entre las paginas-Ah, "El Canto de las Sirenas", te gustara este, Cherry.

Drake se sentía lo suficientemente ocupado vigilando a Francis pero había estado esperando una oportunidad así, lucia tranquilo, estaba distraído, ahora podía salir y hablar con el monje/medico, por lo menos ese era el plan, iba a requerir de un enorme esfuerzo de su parte el hablarle y hacerse entender pero enfrentaría sus fobias para ayudar al capitán.

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Sebastián había batallado mucho contra el aburrimiento, era un monje en un barco de piratas, no podía beber ni jugar juegos de azar y no lograba sociabilizar con los rudos marineros, además se andaba con cuidado cerca de Axiuru desde que le rebelase lo de su hermano ya que ella no quería tocar el tema y él no quería hablar de otra cosa.

Graciosamente fue Clement quien le dio con que superar el tedio, a él se le ocurrió contarle sobre su impotencia esperando que dejara de verlo como si fuera una chinche y parase con los comentarios de que todos los dizque célibes eran unos pervertidos, funciono, Clement incluso le ofreció una disculpa...y luego lo puso a cuidar de Josefine, habiéndole identificado como el único hombre seguro a bordo de la nave le dejo la tarea de custodiar la honra de su novia ante los marineros, era un trabajo extraño pero al menos le daba que hacer, Josefine y él se enseñaban idiomas mutuamente.

-¿Puedo preguntarte algo?-luego de una clase estaban descansando a un lado del barco-Clement y tú, ¿Cómo es que...?, no, olvídalo, no me incumbe.

-Está bien, monsieur-dijo-no me avergüenza, mi madre dice que nada malo viene del corazón.

-Es una sabia mujer y yo no soy quien para estar juzgando pero debes admitir que es un poco...

-Lo sé-rio-tampoco estoy segura de cómo paso, estuve entre hombres toda mi vida y Clement actuaba como ellos, me parecía maravillosa, ella dio el primer paso y cuando...

-Hey, calma, no necesito los detalles-le palmeo la espalda-espero que sean muy felices.

-Merci, monsieur...Drake, hola.

El chico le dio un beso en la mejilla, así la saludaba siempre, y se asomo a la baranda a mirar el océano, bien, ya estaba allí, no esperaba actuar frente a su prima pero ya había llegado muy lejos como para retroceder, apretó su muñeco contra su pecho con la mano y con la otra tiro de la manga de Sebastián.

-¿Qué sucede?-Sebastián sentía un interés profesional por el chico pero como siempre estaba con Francis no se la había acercado-¿necesitas algo?

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