Cap.32-El Explorador

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Si diez meses atrás alguien le hubiera dicho a Cholena que la vida volvería a tener sentido jamás lo hubiese creído, pero esa justo lo que estaba ocurriendo, de nuevo tenía un hogar, amigos, comida en su estomago y un bebe saludable al que amaba cada día más, incluso tenia a alguien que aceleraba los latidos de su corazón, Diego, ella y el gitano como que aun no quedaban en nada pero su relación progresaba un poquito cada día y se lo estaban tomando con calma.

Esa tarde Diego llego de la colonia con excelentes noticias: acababan de darle un asenso, con la alcaldía y la iglesia terminada el siguiente edificio en orden de importancia era una escuela y gracias a su esfuerzo, habilidades y buena reputación había pasado de peón a subjefe de pocos días.

-Y me dieron un adelanto, miren-traía un pequeño saco con monedas.

-¡Ya están usando dinero!-exclamo Diana-esto lo decide, la próxima semana vamos a vender.

-Ya era tiempo-dijo Carmen-se nos acumulan estos cacharros.

-¿Esto es oro?-Cholena miraba con aprensión una moneda dorada-jamás comprendí la fascinación de los españoles con esto.

-El dinero se cambia por cosas, es muy útil, alimento al caballo y te explico bien.

-Oh, querida-le dijo Diana de pronto-debí consultarte primero.

-¿Qué?, no-comprendió lo que pensaba-ya no voy a tener miedo, además-estrecho a su bebe-me dijiste que los niños van a la escuela, tengo que conocer el lugar.

Diego termino con el caballo y la miro, sonrió, Cholena le había atraído desde que solo era una muchacha desvalida y temerosa y ahora que la veía tan repuesta, encarando con valor el porvenir, le gustaba todavía más, ahora que empezaba a ganar en metálico iba a ahorrar, acariciaba en su mente la idea de comprarle un anillo y pedirle matrimonio.

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La capacidad de construcción durante la colonia no tenia precedentes, un año antes todo aquello era bosque virgen y ahora era prácticamente una pequeña ciudad, no había semana que no se tumbara una hectárea de selva para levantar otra cosa, un establo, una bodega, y el ritmo de aquella invasión desaforada se aceleraba con cada nuevo barco que atracaba.

Como subjefe Diego habría podido dormir hasta tarde pero nada podría quebrar su ética de trabajo, los peones que llegaron con las primeras luces de la mañana lo encontraron ya en el emplazamiento de la escuela, contando el numero de tablones y viendo que hubieran suficientes clavos para la labor de todo el día; el jefe de obras abrio el cobertizo y lo dejo a cargo, seguro quería comprobar si merecía su nuevo cargo.

-¡Atención!, hoy terminaremos la pared norte y comenzaremos la pared este asique vamos a dividir fuerzas, ustedes excaven las bases, ustedes pónganse a hacer marcos para las ventanas, seis, el resto conmigo en maderas, ¡A trabajar!

Para Diego aquella era su mejor época, pese a ser gitano siempre había soñado con un lugar al que pertenecer, un sitio donde echar raíces y comenzar una familia, las estrellas parecían alinearse a su favor últimamente.

-Busco a una indígena, responde al nombre de Cholena.

Era la hora del almuerzo y estaba disfrutando una empanada cuando el desconocido apareció, lucia como un conquistador que llegaba tarde a la fiesta, vestía armadura entera y se cubría casi todo el rostro con un pañuelo, una locura, debía estar cocinándose, Diego se quedo muy callado y rígido pero no le quito la vista de encima.

-¿Para que buscas indígenas?-le pregunto el jefe de obras.

-La que busco es amiga de mi hermana, me urge verla.

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