Cap.49-Extraterrestres

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No hay pero mala prensa que aquella con la que estás de acuerdo.

Paris trajo las películas prometidas e hicieron una maratón ese domingo, el consenso no podía ser más claro: los Extraterrestres eran para la Tierra lo que los Conquistadores Españoles para América, unos matones de otro mundo que venían a apoderarse por las bravas de lo que no les pertenecía y se llevaban por delante medio mundo en el proceso; afortunadamente las películas, como Paris le explico cuando expreso su asombro por la cantidad de invasiones a las que el planeta había sobrevivido, no mostraban eventos reales peor recalcaban muy bien lo que los humanos podían pensar de ella si se dejaba ver.

-¿Algo de esto te suena?-le pregunto.

-Esperaba que si-dijo, desanimara-no recuerdo nada de antes de llegar a la tierra, perdí la memoria al estrellarme.

-¿Y tu nave?

-Sin nave, solo caí.

-¿Cómo no te mataste?-pregunto Richard.

-Soy muy resistente, creo, ojala pudiese recordar, se supone que mi hermano y yo fuimos enviados por una razón.

-¿¡Tienes un hermano!?-exclamo Paris.

-Si, Ezara-no era que lo hubiese olvidado pero todo venia dándole lo mismo-estaba por reunirme con él cuando tuve que hibernar, supongo que el también...podía seguir por allí.

-De acuerdo, alto-Richard se levanto-que bueno que Isaac saco a pasear a mi nieta.

-¿A dónde va?

-A poner la tetera y cuando vuelva nos cuentas tu historia desde el principio.

-Necesitamos saber todo para poder ayudarte.

Axiuru bajo la mirada, no le entusiasmaba abrirse y compartir su pasado pero era lo mejor que podía hacer para retribuir lo que hacían por ella.

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Dirijamos nuestra atención a un personaje que ganara gran importancia en el futuro: Gideon Graham.

Como ya sabemos el joven becario se entero accidentalmente de la verdad sobre Ezara y luego de eso no había sabido que hacer con su vida, para cualquiera era un gran shock y alguien más simple hubiera corrido con la noticia a los medios o se hubiera largado para esconderse donde nadie le hallara pero Gedeón era todo menos alguien simple, era un prodigio varios años adelantado a su tiempo, salido de la universidad con apenas veintiún años y que se había ido a meter a aquel berenjenal únicamente para que Nash, a quien respetaba por ser una autoridad pero deseaba golpearlo porque no se aprendía su nombre, le avalara la tesis.

-Mejor no me meto-refunfuñaba, concentrado en reparar una centrifuga-no es mi asunto, no lo es.

Pero tampoco se iba a ir, y no se iba por tres simples razones: No era un cobarde, no dejaba las cosas a medias y...Amelia.

-¡Germán!, ¡Tráenos café!

-¡Ya voy, profesor!

Dejo sus herramientas y se acerco a la cafetera, alisto dos tazas, una con leche y otra con café negro y dos de azúcar a la que agrego, con una sonrisilla de complacencia, un caramelo de menta, era lo más que se iba a acercar al profesor desde su descubrimiento pero eso no interesaba porque también iba a estar cerca de Amelia, la aprendiz del Nash, una hermosa pelirroja por la que estaba coladito desde que la viera por primera vez.

-Aquí tiene, profesor-rezo porque no le temblara la mano-señorita Amelia...le...lo hice como le gusta.

-Gracias-sonrió encantadora-¿Germán, cierto?

AxiuruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora