Cap.34-La Decisión

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Tocaron tierra a medio día, el elegante Lady Matiné destacaba tanto entre las enormes carabelas que todos se le quedaron viendo y el director del puerto ya había salido a ver que era el alboroto mientas la nave apenas estaba echando el ancla.

-¿Cómo estoy?-Axiuru se había vuelto a colocar un vestido y una linda capucha-¿es suficiente?

-Ay, Cielo-Marinette le había ayudado con el arreglo-solo podrías taparte más si te metemos en una caja.

-¿Cómo te sientes?-le pregunto Sebastián.

-Ya ni se.

-¡Bajen el puente!-Francis le mando un beso al pasar por su lado, estaba muy apurado-tenemos todo un comité-y que lo digan, el director del puerto y varios soldados.

-¡Buenas tardes!-saludo con suficiencia-¡Bienvenidos a Costa Rica!

-Me parece que no son necesarias las armas, señor-dijo Francis, bajando a la pasarela y haciendo una caravana-Capitán Francis Lauvor, a sus órdenes.

-¿Qué le trae a estas costas?

-Estoy en una expedición al norte del continente por orden de la corona francesa, humildemente pido su permiso para re aprovisionar mi nave y dar reposo a mi tripulación antes de continuar-palmeo la pesada bolsa de oro en su costado-pagaremos su amabilidad como se debe, claro.

Con eso se lo gano, si es que el lenguaje del oro es universal, el hombre se presento como Domínguez, despacho a los soldados, les dio algunas indicaciones y hasta invito a Francis y sus allegados a almorzar.

-¿La señorita no gusta quitarse la capa?-pregunto con amabilidad a Axiuru-hace mucho calor.

-Estoy bien, gracias.

Domínguez miro a Sebastián y no dijo otra cosa, el monje estaba haciendo un estupendo papel de guardaespaldas, desde que bajase del barco se mantenía callado, con gesto severo y a no menos de tres pasos de Axiuru, él mismo estaba asombrado de lo bien que le salía.

-Se ve todo en orden-Domínguez le regreso a Francis la orden real luego de examinarla-nos honra con su presencia, capitán Lauvor, ¿Cuánto tiempo se quedaran?

-Lo que nos lleve cargar provisiones y realizar un par de reparaciones en la nave.

-Le enviare a nuestro ingeniero y puede comprar los víveres en la aduana, aunque si quiere cosas locales le sugiero el mercado de la colonia.

-¿Esta no es una colonia?-pregunto la Tía Marinette, haciéndose la boba adrede.

-No, señora-pescado, a Domínguez le gustaba dar explicaciones-nuestro puerto es para entrada y salida, recibimos suministros de España y enviamos remesas, la colonia, Santa Marta, esta a una hora a pie tierra dentro.

-Cuanta organización-dijo Francis-mis órdenes son fundar una colonia para Francia y todos sabemos que no hay como los españoles para hacer colonias, creo que me pasare pro Santa Marta para tomar una idea o dos.

-Le enviare una carta al gobernador para que los reciba.

-No quisiera causar mayores molestias, haremos esto; realizare la visita por mi cuenta con dos acompañantes y mi segundo, Clement Schwarz, quedara a cargo de los preparativos.

-¿Ella?-no la miro menospreciándola, más bien un poco abrumado por su agresiva belleza.

-Es de mi entera confianza, sé que no tendrá objeciones en tratar con ella-saco unas monedas de oro y se las dio-¿podría conseguirnos un par de caballos?

AxiuruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora