Ambos bailamos divertidos sin perdernos ni una canción. Y cuando comienza el lento, Calum acomoda mis brazos en su cuello y luego pone sus manos en mi cintura, moviéndonos al compás de la música.
Nuestros pies se balancean inconscientemente sobre la pista del gimnasio. Es como si todo lo que nos rodea, se desvaneciera, una sensación que vengo necesitando hace mucho tiempo, esa paz.
La escuela secundaria no me da una idea de recuerdos felices y si soy honesta, dios, no puedo creer que por fin termina. Estoy cansada de toda la mierda, de la gente que murmura en los pasillos, las miradas despectivas y de superioridad.
Aunque me estoy olvidando de un detalle, Calum. Estos últimos meses con él han sido extraordinarios y no se que hubiese hecho sin su apoyo y amistad, y no puedo negar que a veces pienso en mi amigo como algo más, me es inevitable.
Su sonrisa, sus ojos oscuros pero llenos de cariño y como me mira con ellos, una profundidad increíble.
Calum fue la primera persona que me vio realmente, atravesó todas las capas de mi piel y me comprendió como nunca nadie lo hizo.