Las lágrimas ruedan en mi rostro y trato de no emitir ni un sonido. Me levanto en un intento de no despertarlo, y bajo corriendo a la cocina.
Cierro la puerta de esta, y coloco mis manos en la mesada donde comienzo a llorar fuertemente. Aun con la vista borrosa, abro el refrigerador y agarro una botella de vino. La apoyo en la mesa y miro la hora en el reloj de mi cocina. Es tarde y Calum sigue durmiendo.
Comienzo a tomar de la botella, pasa aproximadamente una hora y termino por beberla toda. Pero aún así, no puedo evitar el dolor junto con un llanto.
Y cuando menos lo espero, Calum abre la puerta de la cocina.
Me quedo congelada sin saber cómo mirarlo a los ojos para no sentir ese pinchazo de sufrimiento en mi corazón.