Arrepentirse antes de que sea tarde

1.7K 137 23
                                    

POV Emma

La luz que entraba de la ventana con la cortina abierta me hizo despertarme sobresaltada. Cuando abrí los ojos noté cuánto latía mi cabeza. Me dolía todo el cuerpo, quizás por haberme dormido echada de cualquier manera en el sillón. Intenté no mover mis miembros para menguar el dolor, pero a cada segundo que pasaba, la incomodidad aumentaba, imposibilitando así que el dolor se fuera naturalmente.

«¡Ahhhhhh...mierda!»

Me levanté despacio mientras recorría el sitio con la mirada. Después las ideas confusas en mi mente fueron organizándose y pude recordar con exactitud lo que había sucedido la noche anterior.

Después de que Regina se hubiera marchado de mi apartamento, dando un portazo, no reaccioné. En realidad, creo que esa es la actitud que más conforme está con mi personalidad. Siempre he intentado luchar por lo que quería, pero en algunas situaciones mi cerebro se niega a ejercer su función y acaba fallando, trayendo la pasividad como punto negativo. A fin de cuentas, era una cobarde, una completa idiota. La mujer que deseaba se había marchado y no fui lo suficientemente fuerte para impedírselo. Me quedé paralizada mirando durante un rato la puerta, intentando absorber el golpe de las palabras que había escuchado hasta que fui presa de un llanto compulsivo. Todo vino a la vez. Todas las desgracias de mi vida pasaron por mi mente como una película. Me puse en posición fetal y así me quedé, deshaciéndome en lágrimas y tristeza por tan mala suerte en el amor. Tuve que haberme quedado dormida de tanto llorar. Y ahora estaba de pie, parada justo en el lugar donde le había pedido a Regina que fuera mi novia. Yo, Emma Swan, la muchacha mimada de Connecticut, le había pedido a la mujer más bella del mundo que fuera su novia, y un día después, la había perdido por estúpida.

Con dificultad, conseguí atravesar la estancia y llegar al baño para coger un analgésico. Vi mi reflejo en el espejo y no me reconocí. No tanto por las ojeras que eran evidentes, por el rostro hinchado, por la rojez de la piel y por el cabello desgreñado, sino más bien por el alma partida en mil pedazos, por la oscuridad que me había poseído y que me hacía querer desaparecer de este mundo. Ya había sufrido tanto por culpa de mis relaciones amorosas que me juré a mí misma que no volvería a sufrir más. ¡Y aquí estoy! Y es infinitamente peor cuando la culpa no recae en el otro. Era el doble de dolor porque además del mío, tenía que cargar con el peso del que había causado en mi morena.

«Mía...mía...» el llanto volvió otra vez, sin embargo no dejé que fuera por mucho tiempo «No, Emma. No eres una cobarde» me dije mientras me lavaba los ojos «No voy a dejar que esto se estropee de esta manera. Tengo que hablar con Regina. Me tiene que escuchar»

Me metí debajo de la ducha para descargar toda la energía negativa de mi cuerpo. La temperatura del agua era agradable y conseguí relajarme un poco en aquellos minutos en que estuve en el baño. Sin eso no conseguiría seguir con mi propósito.

Me puse lo primero que vi: pantalones negros, camiseta negra, botas marrones y mi chaqueta roja, pues hacía un poco de frío. Ni me preocupé por comer algo antes de salir. Tenía que ver a Mills, más que cualquier otra cosa y eso haría.

Ya pasaban de las 08:30, así que probablemente estaría en el Jeunet. Me dirigí a la cafetería con la esperanza de arreglar mi metedura de pata. Me extrañó no verla detrás del mostrador cuando entré. Quizás estuviera en la cocina delegando algunas tareas. Detuve a un camarero para preguntarle

«¡Hola, buenos días!» forcé una sonrisa

«¡Buenos días, señorita! ¿En qué puedo ayudarla?»

«¿Podría hablar con la señorita Mills?» pregunté esperando impaciente la respuesta

«Lo siento, pero ella no ha venido a trabajar hoy. Llamó para decir que no se sentía muy bien» dijo rápidamente

El dulce sabor de la rutinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora