Mi destino

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POV Emma

El sueño aún pesaba en mi cuerpo cuando me desperté por los gemidos de Regina. Abrí los ojos asustada y la vi retorciéndose. Cogí el móvil para ver qué hora era.

«¡Mierda! ¡Joder con este despertador que no funciona!» solté alto al levantarme de la cama, lo que hizo que la morena se girara hacia mí con cierta dificultad.

«Emma, ¿qué ocurre?» ella me miraba poniendo expresión de dolor

«No es nada. Solo mi móvil que no tocó la alarma. Ya son las 08:00. Han pasado veinte minutos de la hora de tu medicación» dije intento ocultar mi sobresalto al haberme casi pillado abrazada a su frágil cuerpo.

«Eso es una tontería. Ese poco tiempo es indiferente para el efecto. No tienes que enfadarte» Mills sonrió cerrando los ojos y apoyando su cabeza en las almohadas.

«Yo...voy a buscarlos» salí del cuarto sintiendo cómo la incomodidad se apoderaba de mí, como si estuviera haciendo algo errado.

Puede respirar aliviada cuando me apoyé en la encimera de mármol de la cocina, lejos de aquella mirada y de la observación que podría delatarme. Acabé riéndome de aquel disparate. Cogí la caja con los comprimidos, un vaso de agua y volvía al cuarto dejando la bandeja en la mesita de noche.

«Gracias» Regina rápidamente tragó el líquido junto con el medicamento

«Voy a prepárate el desayuno. Cuando esté listo, te aviso»

«Está bien» asintió un tanto desanimada

La tristeza en su voz era evidente y eso me encogía el corazón. ¿En qué ser humano me estaba convirtiendo tratando a la mujer que amo con tanta indiferencia?

«¡Hey!» dije antes de salir del cuarto «Frutas y zumo natural para ti, y waffles con cobertura de chocolate para mí. ¿Qué te parece?»

«El chocolate medio amargo es mejor para hacer la cobertura por si no queda ya acabada. Está en el armario de la derecha, en la parte de abajo» Mills respondió con una sonrisa sin gracia

«¿No me vas a reclamar?» consideré extraña su falta de reacción

«¿Por qué te reclamaría?» dijo girándose hacia un lado, dándome la espalda.

Estaba segura de que Regina estaba llorando, pero que no quería ser vista todavía más vulnerable. También quise llorar, quise derrumbarme, lo quise todo, solo que no...no era el momento. Ella tenía que comer, yo tenía que cuidar de ella. Era lo mínimo que podía hacer. Quizás, ¿quién sabe?, cuando todo esto de la agresión haya pasado, podamos sentarnos y conversar sobre nosotras, lo que haremos con nuestras vidas.

Preparé huevos, zumo, pan con mermelada, yogurt, las frutas que ella tenía que comer y los waffles. La fui a llamar y, para mi sorpresa, la morena estaba de pie.

«¿Qué estás haciendo? ¿Por qué no estás acostada?» pregunté preocupada

«Fui al baño»

«Ah, disculpa. Ven. Nuestro desayuno está listo y la mesa puesta»

En cuanto se sentó, le serví. Un vaso de zumo y una rebanada de pan.

«¿No quisiste hacer la cobertura?» claramente Regina buscaba cualquier tema para acabar con el tenso clima que se había instalado entre nosotras

«Iba a tardar más y tú tenías que comer algo rápido. El medicamento de...¡Mierda!»

«¿Qué pasa?»

El dulce sabor de la rutinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora