Una buena manera de enamorarse

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POV Regina

Un hecho casi absoluto es que eres especial para alguien, por lo menos un ser en el mundo. Sin embargo, la manera en que las personas lo demuestran es bastante particular para ser clasificado y descrito. Existen muchas maneras de decirle al otro que tiene un sitio reservado en nuestras vidas. Y asómbrense, la mayoría de esas maneras no incluye ninguna palabra.

Yo ya me había sentido especial para alguien que nunca fue capaz de decírmelo ni una vez. Ya me sentí indispensable-cosa que es una sensación terrible, pero habitual para todos, dígase de paso-para personas que repetían incansablemente cuánto me tenían en consideración. Aprendí con mis errantes experiencias que la vida, definitivamente, no es verbal. Tampoco la presencia incasable es prueba de amor. Ya tuve la certeza de ser insustituible para alguien que, muchas veces, no estuvo cerca. El destino aparta a las personas que, de cierta forma, son importantes y eso no hace la menor diferencia cuando el sentimiento es compartido con intensidad. Y es que el destino no se desarrolla en el plano físico.

La verdad es que la vida se desenvuelve en los detalles y son en ellos donde vemos si somos especiales o no para alguien. La situación tras el susto que Emma me dio en las escaleras del edificio, seguido de una tórrida noche de sexo, estuvo regada por una sutiliza de gestos de los que provienen los verdaderos sentimientos. Y esos sentimientos tan inmensos cuanto sutiles no son cuantificables, no son medibles por la cantidad de encuentros, de hechos en las redes sociales, de declaraciones ebrias o sobrias, o de grandiosos sacrificios realizados en nombre del otro. Son ratificados de la maneras menos pretenciosa. Hoy en día, cuando pienso en alguien son unos ojos verdes los que me vienen a la mente y suspiro ante la felicidad tenue que mora en la reciprocidad: sé que ella también piensa en mí. No necesito comprobación previa. Lo que ella ha demostrado en acciones ha sido más que suficiente. Y eso marca la diferencia para mí. Sabía, desde el instante que vi su móvil olvidado sobre la mesa de mi local, que aquella rubia, asidua todas las mañanas, marcaría mi historia, cambiaría mi rutina.

Los sentimientos sublimes son suficiente, no dependen de palabras o de gestos exagerados, no se agarran a grandes ostentaciones, no se amparan bajo focos, no necesitan traducción, son más grandes que eso, tan grandes que no necesitan estereotipos forjados. El sentimiento es intuición. Y yo tenía fuertes sentimientos por Emma.

Despertar con su cabello haciéndome cosquillas en mi nariz es, de lejos, el modo más agradable de comenzar el día. Sonreí al ver que su rostro era aún más angelical cuando dormía. Se lo acaricié con delicadeza, pues no quería estropear aquel momento. ¡Swan es tan bella! La mujer más hermosa que mis ojos hayan visto.

No tardó mucho en empezar a moverse en la cama y a estirarse de tal manera que su brazo chocó con el mío.

«¿Siempre necesitas tanto espacio?» pregunté riendo

«Oh, Regina, perdóname» dijo Emma mirando donde me había golpeado «Es que no estoy acostumbrada a despertar con nadie en mi cama»

«Está bien. Ya salgo» hice amago de levantarme, pero una mano que tiraba de mi nuca me lo impidió

«No te atrevas a salir de mi lado, señorita Mills» susurró en mi oído «No sin antes darme un beso de buenos días» me giré y deposité un rápido beso, pero cargado de sensualidad, en sus labios.

«Buenos días, señorita Swan» sonreí maliciosa, y ella me devolvió dicha sonrisa

Nos echamos de nuevo en la cama. Era inevitable una aproximación más intensa con aquel cuerpo desnudo rozando el mío. La mujer que tenía delante era deliciosamente irresistible y poco me importaba tener que sucumbir a cualquier deseo. Nos besamos voluptuosamente, pero enseguida escuchamos un ruido atípico, bajo, pero nítido.

El dulce sabor de la rutinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora