Más impresiones

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POV Emma

La religión nunca me atrajo como a mi madre y a otros familiares. Las misas matutinas y dominicales eran sagradas. Mis padres nos despertaban a mi hermano y a mí bastante temprano, nos bañaban y nos vestían como muñecos de pastel. Teníamos que estar impecables, pues la familia y amigos estarían presentes y los hijos de Mary Margaret nunca estaban desaliñados.

¿Y por qué me estoy acordando de esto? Porque, al ver a Regina privada de su libertad, vino a mi mente un pasaje de la Biblia que escuché mucho por aquella época

«Acordaos de los encarcelados como si vosotros mismos estuvieseis presos con ellos. Y de los maltratados, como si vivierais en el mismo cuerpo con ellos» (Hb 13, 3)

No sé decir si la visita que le hice a Regina se inclinaría para el lado negativo o positivo. Había pros y contras en mantener el contacto con un preso. Para los que reniegan de los que están en la cárcel, los cuarenta y cinco minutos que tuve con mi amada son un puro desperdicio. Sin embargo, quien ansía por esos míseros momentos, clama por algo más que una simple visita rutinaria. Valió la pena cada segundo, pero mi amor necesita plenitud, ya sea "sentir", ya sea tener la presencia de su objeto de adoración.

Me fui a casa envuelta en esos ambiguos sentimientos. Triste y feliz al mismo tiempo, pero con cierta inyección de ánimo para buscar la verdad en el caso de mi novia.

Las impresiones que tuve del lugar no fueron de las mejores. La vida en la prisión es difícil, aterradora y extremadamente peligrosa, una experiencia llena de miedo y ansiedad. Cuando la puerta de la sala de visitas se cerró tras ella y la agente, me quedé aturdida, la realidad lanzada a mi cara. Al decir "realidad" me refiero a la que percibo objetivamente a través de mis sentidos, sin depender de mi interpretación subjetiva, ya que existe una gran diferencia entre el hecho real y la explicación que determina cómo nos sentimos.

Cada uno siente o piensa de forma distinta delante de una determinada situación. Cada persona puede ampliar o disminuir el mismo hecho de maneras diferentes. Lo que tú ves, o lo que quieres ver no es nada más que un amargo fruto creado por tu cerebro, que filtra las infinitas informaciones para que construyas tu visión del mundo que te rodea.

Mi visión estaba distorsionada, nublada. Los pensamientos ligados a mis emociones se volvieron armas poderosas que me traicionaban a cada segundo.

La manera en cómo interpretamos y procesamos todo lo que nos ocurre es la responsable de los cambios fisiológicos y emocionales. No estaba durmiendo correctamente, comía mucho, pero no saludablemente. Los cambios bruscos de humor se hicieron constantes, perjudicando mi poca vida social. Todo era resultado de mi incapacidad momentánea de distinguir correctamente una emoción de un pensamiento, mi interpretación tendenciosa de lo que estaba realmente sucediendo y que provocaba emociones tan exacerbadas, mis comentarios fantasiosos o sin lógica.

Vivir significa pasar por una avalancha de momentos buenos y malos. Eso es un hecho innegable y mi amigo me lo enseñaba, pacientemente, obligándome a "limpiar los cristales de mis gafas" para percibir que la calma y la resiliencia eran ingredientes fundamentales para la ayuda que Regina necesitaba.

No podía permitir que nada me tumbase, que me desviase de mis objetivos. Y con esa determinación pasé casi una semana yendo de aquí para allá, averiguando, leyendo sobre el caso de la familia Mills, analizando, junto con Graham, cada indicio, cada detalle que pudiera dilucidar nuestras averiguaciones y ayudarnos de alguna manera en el juicio de mi morena.

Era alrededor de las 19:00 cuando Gram llamó a la puerta de mi cuarto insistentemente.

«¡Va!» grité, tropezando con todo el estropicio que había formado desde que habíamos regresado del almuerzo, corriendo para atender la puerta «¿Qué ocurre? ¿Qué prisas son esas?»

El dulce sabor de la rutinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora