05:56 Me di media vuelta y no volví a dormir hasta la hora que despertamos.
-¡¡Día libre!! –Gritó Marcos, el coordinador, alargando las "e", cuando desayunábamos chocolatada con masitas caceras, medialunas y tostadas. –¡Terminan y hacen lo-que-se-les-de-la-gana! –Decía contento él, y yo miraba sonriendo a mi junta de siempre.
Terminamos el desayuno y nos juntamos en mi habitación. Éramos Luli, Lupi, Bella, Savi, Guido, Fran, Lean y yo. Hablábamos, hablábamos, y hablábamos.
Bien, como no nos decidíamos, terminamos con la decisión de alquilar un auto, pasear por la hermosa ciudad e ir viendo que hacer por el camino. Se lo informamos al coordinador, que nos dijo que volviéramos para las doce y punto, y si nos atrasábamos más de media hora llamaban a la policía y a nuestros padres.
Nos encaminamos hacia el lugar donde se alquilaban choches, que por suerte no quedaba muy lejos.
Río Limay.
Paramos allí y pasamos una tarde hermosa, los chicos estaban jugando al vóley y con las chicas hablábamos, escuchamos música y jugamos al truco, y luego de un rato empezamos a jugar con ellos, hasta que Guido resbaló y cayó al agua. Al principio nos reímos, pero cuando veíamos que no salía empezamos a desesperar. Buscaba con los ojos y gritaba. Empecé a llorar, gritando su nombre, y él no salía. Lean y Fran saltaron al agua y lo buscaron.
-Ay por Dios, el agua debe estar helada... -Decía Cami, que también estaba desesperada. Todas estábamos agitadas mirando hacia el río. Y en un momento me di cuenta que no podía respirar bien, y las chicas me quisieron sacar de ahí, preguntándome si llevaba conmigo el spray para el asma, cuando Guido salió tosiendo con Lean ayudándolo, seguido de Francisco. Lo sentó en el pasto y le dio golpes en la espalda, mientras Guido escupía toda el agua que había tragado.
Lloré de tranquilidad y fui corriendo a ayudarlo, él me abrazó y también lloró del susto. Quedó un silencio como nunca, y solo se escuchaba el castañeo de sus dientes y mi respiración entrecortada. No dejé de abrazarlo, pero cuando quise hacerlo, para poder sacarme la campera y dárselo, él me sostuvo. Me reí en silencio y le dije:
-Quiero que te saques las remeras que tengas, yo te doy mis dos camperas. –Él negaba con la cabeza.
-No quiero que tengas frío –Me dijo, y puse los ojos en blanco.
-G, no te lo pregunté, te estoy obligando. –Él me miró y creo que lo dije tan seriamente que bajó la mirada y se sacó lo que tenía mojado. Le di mis camperas y agradecí que se hayan equivocado de talle al darme aquella campera térmica, ya que era más grande. –No te preocupes por mí, en el auto dejé un suéter que me había sacado. –Le dije despacio mientras le ayudaba a ponerse las camperas. Miré su pantalón; era térmico. [Gracias querida empresa por darnos camperas y pantalones térmicas] pensaba.
Llegué a pensar que estábamos solos hasta que me di vuelta y las vi a las chicas dándoles también abrigos a los chicos.
En el viaje hacia el hotel habíamos arreglado decir nada de lo sucedido a nadie, y, mientras las chicas que no estaban mojadas, confirmaban nuestras llegadas sanos y salvos, lo llevé a Guido hacia su habitación, era la hora del almuerzo así que los guardias no estaban en sus lugares vigilando que chicos no pasen a los cuartos de las chicas y viceversa.
Él seguía temblando y eso me preocupaba, tenía las uñas y los labios morados. [Menos mal que Lean y Fran no estuvieron el mismo tiempo que Guido bajo agua, si no iban a terminar igual].
Prendí la ducha con agua tibia y lo ayudé a sacarse la ropa.
-Podría hacerlo solo pero me encanta que me ayudes.
-Podría dejar de hacerlo pero me encanta ayudarte. –Sonreí. –Termina, que yo cuelgo esto. –Bajé el picaporte de la puerta y no abría. Lo miré. Se rio.
-Ups, se trabó... -Dijo irónico.
-G... -Le dije con voz suave –Dame la llave...
-¡¿Que llave?!, si yo no la tengo... -Suspiré y me acerqué rápido, tratando de tocar los bolsillos de su pantalón para buscarlas. Pero Guido retrocedió y chocó con el borde de la bañera, cayendo al agua, y me agarra de la cintura terminando así encima de él, y de un solo movimiento logró acomodarse y quedando yo a horcajadas.
-Sos tan hermosa –Dijo acomodando un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, y descendiendo lentamente hacia mi espalda, y yo lo besé, rascando su cabello. Me encantaba hacerlo.
-Estas helado, bañate bien... -Dije, queriendo pararme y salir, nerviosa, pero él me sostuvo.
-No te vayas, quedate –Me besó. Y empecé a arder de deseo, me recorrió una sensación increíble en todo el cuerpo, y el beso empezó a demandar más. Sus manos, que acariciaban mi cintura, tomaron el dobladillo de mi remera y la subió, quedándome así solo con mi corpiño de encaje blanco. Yo lo besé apasionadamente y me desabrochó el corpiño. Ambos permanecemos solo con los pantalones puestos. Me acarició la espalda, el abdomen y la cintura, sin parar de besarme, sin parar de repetir que era hermosa. Estaba ardiendo, totalmente enamorada del chico, y me dejé llevar por lo que siento.
Sentía. Bah, no sé.
-¿Queres hacerlo? ¿Estás segura? –Me dijo, besándome el cuello.
-Sí. Te amo, te amo. –Le contesté, totalmente segura. Él bajó su mano hacia el cierre de mi pantalón y lo bajó, y para hacerlo más cómodamente nos paramos y él bajó los pantalones y la prenda interior de una sola pasada, y yo hice lo mismo con sus prendas.
Lo besé en el cuello, en el pecho, en los labios, una y otra vez.
Lo amaba más que a nada y nadie en este mundo.
Me alzó a horcajadas, con sus manos en mis muslos, y me apoyó contra la pared. Me retorcí y lo separé de mí, colocando mis manos en su pecho, mientras reía aún nerviosa.
-El grifo –Dije todavía riendo. Me golpeé la espalda. –Acá es incómodo... -Él ríe y me carga otra vez. Rodeé mis piernas en su cintura y llegamos a la cama, totalmente mojados y desnudos. Me soltó y la parte posterior de mis rodillas chocaron con la madera de la cama, así me senté y luego recosté en ella. Él cae sobre mí, golpeándose también las rodillas, y lo beso cuando se ríe, sintiendo su perfecta sonrisa en mis labios.
Lo que sentí en ese momento no se puede explicar. Cerraba los ojos y no imaginaba algo mejor. Éramos solo él y yo, deseándonos profundamente.
Me temblaba el cuerpo y deslicé mis uñas en su corpulenta espalda, y seguí besándolo. En un momento se apartó y apoyó su frente en la mía, con los ojos cerrados.
-¿Cómo puede ser que hace años tengo a la mujer de mi vida frente mío y no me haya dado cuenta? –Dijo en un susurro. –Te amo Mariana, te amo como nunca amé a nadie.
Y yo también, lo amaba más que a nada y nadie en este mundo.
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Todo parece un sueño
Romance"Todo parece un sueño" se centra en una chica común y corriente, que quiere vivir su adolescencia al máximo, fiestas, diversión, amigos... amor; pero un día despierta sintiéndose muy extraña por un sueño que no recordaba. A pasar los días, seguía te...