Capítulo 16: Diario íntimo de Sofía

21 4 5
                                    

Hoy es sábado a la siesta. Anoche, luego de la linda charla entre amigas, me vine a mi casa en taxi, y no podía parar de pensar en el triángulo en el que está involucrada mi amiga de toda la vida, un chico que está enamorado de mí y me acaba de pedir una oportunidad para enamorarme y yo. No puedo creer lo que está pasando.

Suena el timbre de mi casa, y pregunto por el portero quién es. [¡¿Seba?!, ¿Acabo de escuchar a Seba por este portero?. ¿Qué hace acá?] Me pregunto en mi mente, y aprieto el botón para que el portón se abra. Bajo por las escaleras, todavía renga, y lo recibo en el patio delantero.

-¿Qué haces acá? –Le digo de mala manera, sin darme cuenta que él todavía no está enterado de nada, y ni siquiera tenía la culpa. Así que inmediatamente desarmo el ceño fruncido, y lo saludo con besos en los cachetes.

-Perdón... ¿te molesto? –Se dio cuenta, pero lo niego e invento que estaba un poco de mal humor por una discusión con mis padres. –Solo venía para saber si estabas mejor –Me dice y muestro mi rodilla con una sonrisa. –Te traje tu bici también... le arreglé la rueda de adelante, si no te molesta...

-¡Obvio que no! Muchísimas gracias, sos muy bueno. Estoy bien, mucho mejor. Aunque duela –Sonrío con una mueca, avergonzada, mientras bajaba la bici del baúl y la llevábamos a mi patio. Ahora me siento más liviana, aunque sigo pensando que de Sebastián me tengo que alejar.

-Me alegro entonces... -El viento golpeaba nuestros rostros y hacía que mi cabello me tapara mucho la cara, y por un momento él se acercó para despejarme el rostro pero lo hago yo primero. Y me incomodé al instante. No quería tratarlo tan secamente, él no entiende qué está pasando por mi cabeza en este momento. Por un momento me incomodé por el silencio, y cuando ese silencio se cortó fue cuando ambos estábamos por empezar una oración. Me río.

-¿Qué ibas a decir? –Pregunto.

-Nada... es que... creo que debería irme... -Solo dijo, totalmente incómodo. Lo noté. Y no pude. No pude acompañarlo hasta la puerta, sería como echarlo, y lo único que salió de mi boca fue una invitación errónea y un pensamiento seguido: [Que estúpida. Tengo que alejarme.]

-No... ¿No queres tomar unos teres? –Lo dije.

Luego de una larga charla llena de carcajadas y recuerdos, olvidándome por completo de todo lo que está pasando, el día empezaba a oscurecer y los mosquitos hacían presencia. Entonces no dudo en seguir la conversación pero en mi cuarto, y de repente nos llega, sin duda alguna que a ambos, el recuerdo de nuestro escondite detrás de mí ropero. Él recorre mi pieza y se ve que recuerda muchos momentos felices de los dos, ya que sonríe solo. Yo, mientras, saco mi ropa y golpeo el fondo. Sí, ahí era, ya que al golpear se siente un eco que en otras partes no había.

-Ayudame –Le digo volviendo de la cocina, tendiéndole un cuchillo que estaría sustituyendo un destornillador. Pues mi papá cuando había descubierto esto lo había tapado con un gran trozo de madera.

Una vez que terminamos de sacar aquella madera, sonreímos al ver en el hueco muñecos y tacitas de té, con los que fingíamos tomar.

-Allá está –Me dice señalando el fondo del acogedor lugar y alumbrando con la linterna de su celular. Meto una parte de mi cuerpo dentro, estirándome para llegar y tocar la dura tapa del libro. Lo agarro y me retiro yéndome hacia atrás, y llego a mi cama ya parada sin apartar la vista del extraño libro. Él todavía observaba el lugar, y se pregunta en voz alta cómo hacíamos para entrar en ese lugar tan pequeño. Agarra los muñecos y las tacitas dejándolas en el piso, estaban llenas de telarañas. Pero seguía distraída en contemplar el libro... o cuadernillo. No sabía muy bien qué podría ser. La tapa estaba pintada de negro y era áspera y opaca. Realmente me extrañaba.

Todo parece un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora