Día 1

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San Carlos de Bariloche.

Habíamos llegado a las nueve de la mañana de un 9 de noviembre. El viaje fue eterno, pero lo valió.

Observaba fascinada todo el lugar, recorriendo con la mirada cada pequeño detalle de los lugares que recorríamos hasta llegar al hotel donde nos hospedábamos. Qué precioso. No estaba nevando, es más, había sol.

Cuánto habré soñado con el lugar. Era infinitas veces más lindo de lo que imaginaba. Y más lindo lo hizo viajar con las personas que quiero.

O quería.

Cuando llegamos al hotel, revisamos más de 10 veces nuestros asientos y el piso del colectivo, si es que nos olvidábamos de algo. Nos ayudaron a bajar las valijas.

Otra vez Marcos empezó con el discurso de todo lo que debíamos respetar en el hotel, nada más que fue el doble de largo que el anterior. Las habitaciones eran para cinco. [Justo] Pensé en ese momento y miré a las chicas, que sonrieron.

Nos tocó la habitación 121. Cuando llegamos al cuarto y abría la puerta, veo el número escrito allí, me agarra un escalofrío e inmediatamente me acuerdo de mi premonición, y en mi mente sonaba la voz del hombre que gritaba "¡Sala 121!, ¡Urgente!". Me dispuse a olvidarlo y corriendo fui a elegir la cama que estaba al lado de la ventana. La última. La anteúltima eligió Camila. La primera, cama cucheta, se habían instalado Savina debajo y Luli arriba. En la segunda estaba Arabella.

"Faltaría Agostina" Dijo triste Luana, al apoyarse en su cama.

Gracias a Dios no viajó. Agradezco a la vida que no lo haya hecho.

-Tenes una gran obsesión por estar al lado de las ventanas, querida. –Me había dicho riéndose Camila, para cambiar de tema y no deprimirnos.

-Siento que me ahogo si no lo estoy –Contesté mientras recorría la habitación.

El lugar era enorme, impecable, y totalmente blanco. Todo blanco, excepto las paredes, que eran de un color crema casi blanca. El ropero, el piso, las sábanas, las puertas. Daba impresión...y como si fuera apropósito las imágenes del hospital y la habitación de Guido pasó por mi cabeza. Y de vuelta estaba tratando de olvidarlo.

Era bastante espacioso, y tenía dos baños, uno más grande que el otro.

Los coordinadores nos dieron dos horas para que acomodáramos las cosas, o bañarnos, o cambiarnos; para luego salir a recorrer unos lugares, almorzar y luego más lugares.... decía Mariano, el otro coordinador.

Yo me bañé lo más rápido posible y me puse un jean, una remera manga larga y mi campera no tan gruesa, con unas zapatillas.

Habíamos vuelto de la visita a un hermoso lugar: Piedras Blancas; y nos sentamos a almorzar en una confitería prodigiosa y enorme, que no recuerdo el nombre. Yo seguía aún con la boca entreabierta, fascinada y sin poder creer lo hermoso que era todo.

A la tarde iríamos a jugar al Paintball y después a la gran aventura de andar en Four Trax.

"Mañana a las siete y cuarto toco las puertas de sus habitaciones. Ocho y media estamos saliendo a la segunda excursión del viaje. Toda información está en los folletos del viaje que le dimos cuando iban entrando a los colectivos" Nos dijo el coordinador del otro colectivo, no sabía su nombre. Llegamos al hotel, todos totalmente exhaustos, nos dieron la última comida del día y nos acostamos a dormir.

Todo parece un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora