Capítulo Uno: El Accidente

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Alice

Miraba por la ventana el camino por el que iba. Mi hermano Jake manejaba mientras yo perdía la mirada en el gran bosque que nos rodeaba. La lluvia chocaba contra el parabrisas haciendo que el sonido fuera fuerte y molesto, al igual que la música que sonaba en la radio. Era horrible.

—Quita eso —. Ordené.

—Vamos Alice, es música clásica —alegó mi hermano—, es relajante. Nada mejor para una noche de lluvia.

—La odio —. Rodé los ojos con fastidio ante la alegría de mi hermano por algo tan ordinario.

—No es verdad, tú odias el silencio, que es muy diferente en todo caso.

—Como sea —. Suspiré haciendo que el vidrio se empañara para que pudiera dibujar una cara triste en la ventana. Esa era mi declaración de guerra para mi hermano.

—Escucha —suspiró también—, sé que no te gusta por los recuerdos que te trae, Alice. Pero no deberías aferrarte a algo que ya no existe.

—¿Ahora eres psicólogo? —. Quise reírme.

—Soy tu hermano —sonrió para mirarme un segundo antes de devolver su vista al camino—, y te conozco mejor que nadie en el mundo.

—Eso lo sé —. Murmuré con pesar, pues no había literalmente nadie más para mí que no fuera Jake. Siempre ha sido así.

Sólo los dos. Eso es todo.

—Vamos, Alice. No te enfades, por favor, solo es algo de música. No es como si fuera la peor de todas de cualquier forma.

—¿Puedes quitarlo ya? Es molesta para mí —. Arrugué la nariz cuando una canción conocida comenzó.

—No y te agradecería que te pusieras el cinturón de seguridad —murmuró molesto—, sabes lo nervioso que me pongo cuando no lo tienes puesto.

—No quiero, me ahorca y lo sabes —. Renegué. Odiaba ponerme esa cosa.

—Hazlo ya, Alice —me miró con el ceño fruncido—, no fue una pregunta.

—No.

—Te di una orden, Alice Lawrence.

—Dije que no, Jake —. Repetí.

—Solo póntelo y...

—Ya basta —lo miré molesta—, no me gusta y no lo usaré. Además, no es como si fuera la primera vez que no lo uso.

—Solo quiero protegerte, Alice. No quiero tener un accidente —. Negó con la cabeza. Se veía calmo pero sabía que estaba más que molesto.

Y yo estaba igual.

—Pues yo no quería viajar en un auto por casi ocho horas y aquí nos tienes, mudándonos a un lugar desconocido con gente desconocida y comida desconocida —suspiré y me giré para ver por la ventana—, ahora sabes lo que se siente que a nadie le importe lo que tú quieres.

—Sé que no te gusta la idea de mudarnos, pero tal vez podría ser algo bueno, puedes encontrar cosas que nunca antes viste —. Intentó animarme como las otras tantas veces, pero no lo haría. Esta vez ni siquiera habíamos durado una semana en ese lugar—. Algo nuevo y desconocido para variar.

—¿Cómo qué? —bufé y lo miré—¿Brujas y hechiceros?

—Dicen que en éste lugar siempre se pueden ver lobos silvestres —me miró sonriente—, ¿Esa no es una aventura mucho mejor que tus cuentos de hadas?

—No es importante —negué con la cabeza—, odio a los animales callejeros.

Jake suspiró cansado de mí esta vez.

La Luna Del Alfa Luna Nueva ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora