Extra 5. El Primer Arconte

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Jake Johnson

Edad: 12 años

—Mamá, ¿Viste mi casaca negra? —. Grité fuerte sabiendo que no me escucharía muy bien desde el primer piso—. La de mi uniforme de entrenamiento. La que tiene el escudo de la familia.

—¿Revisaste en tu cajonera? 

—No está ahí. Ya la revisé.

—¿Y en tu baúl? Siempre ocultas tu ropa sucia ahí cuando voy a limpiar tu habitación.

—Tampoco —. Bufé molesto.

—Bueno, supongo entonces que debe estar lavándose, porque si la echaste al cesto de lavandería, debe estar en la ropa sucia.

Levanté mi cabeza y cerré mis ojos con fuerza. Lo había olvidado.

—Mierda.

—¡Jake Johnson! Más te vale que no vuelva a escuchar esa palabra dentro de mi casa, ¿Oíste?

—¡Lo siento, mamá! —. Golpeé mi cabeza contra mi escritorio una y otra vez—. ¿Por qué no la lavé antes? Van a matarme. Papá va a matarme.

—¿Por qué voy a matarte?

Salté en mi silla tan pronto escuché la voz de mi padre. Estaba metido en un lío.

—¿Jake aún no estás listo? Sólo nos queda una hora antes de que empiecen las pruebas. Deberías haberte vestido ya o al menos debiste comer algo antes de irnos, ¿Por qué no estás vestido?

Giré mi silla y vi a mi padre recargado en el umbral de la puerta. Él es un cazador de gran linaje, las medallas en su uniforme lo decían todo, pero era más su título de General lo que me impactaba. Siempre fuerte pero amable. Así es papá.
No había nadie encima de él, en serio. No existía un grado mayor a ese, a excepción del bisabuelo, pero nadie más. Sólo había un hombre por encima de él y por eso lo respetaba más que a cualquier otro cazador del clan. Porque es mi papá, y porque es mi orgullo.

—Dejé mi casaca en la ropa sucia y olvidé lavarla antes de hoy —me sentí avergonzado—, lo lamento, papá. Creo que no voy a poder rendir la prueba sin ella. Sabes que no me van a dejar entrar sin mi uniforme.

—Es una lástima, pudiste hacer cosas buenas y ser un gran cazador, si al menos fueras responsable.

Yo sólo me encogí.

—Para tu buena suerte, el que tu mamá sea una limpiadora compulsiva, te ha salvado esta vez.

Levanté mi vista con sorpresa y lo vi sosteniendo un gancho con mi casaca negra. Papá y mamá siempre me salvaban.

—Vamos, ve a cambiarte. Aún no dés por perdida la batalla, Jake. No cuando no has dado tu ciento diez.

—¡Gracias, papá!

Corrí para tomar mi casaca pero aproveché para darle un abrazo. Papá es muy alto, casi tanto como un lobo convertido, además, yo apenas le llegaba a los hombros. Lo que quería decir que muy pronto iba a alcanzarlo y ser tan fuerte como él.
Ese es mi sueño. Parecerme a él.

—Jake, sabes que te amo mucho, ¿Verdad, hijo?

—Lo sé —levanté mi vista para encontrarme con su mirada—, me lo dices a diario, casi siempre cuando me arropas antes de dormir, ¿Por qué me lo dices así esta vez?

—No es nada, Jake. Sabes bien que no tengo problema alguno con decírtelo tantas veces como me sea posible —. Agitó mi cabello—. Ahora ve a cambiarte. Te esperaré abajo.

La Luna Del Alfa Luna Nueva ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora