Capítulo Veinticinco: El Íncubo

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Alice

Corrí a la habitación de Bastian y puse el seguro al entrar cuando escuché los aullidos de alerta fuera de la casa. Jonás debería venir en cualquier momento, así que me senté en el sofá al lado de la cama y jugué entre mis dedos la pulsera que Byron me había dado.
Estaba demasiado nerviosa como para ponerme a pensar en cualquier otra cosa. Incluso había tomado un cuchillo de la cocina mientras que miraba a la puerta con mucha atención. Esperando que por ella entrara Byron con una sonrisa en el rostro... O algo totalmente peor.

—Cálmate, Alice...

Murmuré y miré a Bastian cuando él empezó a respirar con un poco de intranquilidad.

—¿Bastian?

Lo miré y coloqué mi mano sobre su frente sabiendo que estaba delirando a causa de la fiebre.

—No puede ser...

Dejé mi asiento y corrí al baño para mojar una toalla pequeña que después puse en su frente.
No sabía si iba a funcionar, en realidad, no sabía si lo que hacía estaba bien para Bastian pero era lo único que podía hacer ahora que estaba sola en aquella casa con él.

—Estarás bien, Bastian —murmuré acariciando su pecho—, vamos a lograrlo, Bas. Te lo prometo.

Escuché un estruendo fuera de la habitación y supe entonces que aquella cosa estaba afuera. Así que corrí para tomar el cuchillo del sofá y me puse de pie cubriendo cualquier camino a Bastian.

Hoy lo iba a proteger yo.

Escuché de nuevo aquel ruido ensordecedor y apunté el cuchillo a lo que había frente a mí; nada más y nada menos que a aquel monstruo.

—¿Qué esperas? —. Grité completamente asustada—. Ya no te tengo miedo, monstruo.

Aquella cosa me gruñó y noté entonces que no era el mismo, es decir, este no era tan alto como el que yo recordaba e incluso no me hizo sentir el mismo temor a como cuando yo lo vi por última vez.
Su rugido no era... Igual.

—No eres el mismo —. Afirmé.

Aquello solo enfureció al demonio quien de inmediato quiso arrojarse sobre mí, pero fui más rápida esta vez y logré pasar por debajo de él para clavarle el cuchillo en el pecho.
No sabía lo que estaba haciendo y juro que era la adrenalina en mi cuerpo la que me hacía actuar, pero por todos los dioses que estaba rezando para que no me matara antes de poder proteger a Bastian.

Caí al mismo tiempo que esa cosa y me levanté adolorida del suelo, no había recordado que esa cosa pesaba toneladas en mi comparación.
Este se levantó también. Estaba frente a mí de nuevo, sólo que al intentar levantarse se resbalaba con la sangre que escurría de su herida que lo hizo gruñir molesto en cuanto lo notó.
Me levanté de nuevo y me puse frente a Bastian para tratar de cubrirlo conmigo misma de ser necesario. No iba a permitir que esa cosa lo lastimara más de lo que ya lo había hecho.

—¡Ataca! —lo reté—, ¿Qué esperas, maldita cosa?

Grité de nuevo y me erguí en mi lugar colocando mis puños frente a mí. Yo ya no le tenía miedo alguno por una extraña razón, pero no me iba a detener a pensarlo, no había tiempo de ello cuando esa cosa no dejaba de mirarme como su filete.
Cerré mis ojos conteniendo el aliento y volví a abrirlos justo al mismo tiempo que esa cosa de nuevo intentó arrojarse sobre mí pero cayó lejos cuando Clark lo tomó de la cola y lo arrojó al otro lado de la habitación.

—¿Lo tenías controlado, he? —. Se puso delante de mí para protegerme.

—No como yo esperaba —. Murmuré aún con los puños arriba.

La Luna Del Alfa Luna Nueva ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora