Capítulo Treinta: ¿Aún Crees?

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Alice

—¿Alice?

Levanté mi cabeza al ver a Clark frente a mí y limpié mis mejillas.

—¿Qué pasó? Creí que ibas a ir a casa —. Preguntó preocupado.

—Y fui —negué con la cabeza—, fui pero salí hace un rato. Necesitaba aire fresco.

—Y llorar es parte de tu frescura seguramente —. Ironizó y se sentó a mi lado—. Así que, ahora que te descubrí mintiendo, dime lo que pasó en realidad y porque no estás en casa.

Apreté mis labios y miré de nuevo al suelo.

—No es nada, en serio. Ya lo resolveré.

Estaba sentada sobre la misma banca en la que me dejó Byron la última vez que habíamos discutido. Irónicamente, siempre termino aquí cada vez que él y yo realmente discutimos al punto de decir que nos separaremos; así que es casi como mi fuente de lágrimas o mi refugio. Como quieran verlo.
No había nadie alrededor, estábamos entre la manada y mi hogar, así que sabía que Clark iba a casa en busca de algo.

—¿Y tú a dónde ibas? —. Pregunté tratando de cambiar el tema.

—A ver a Byron —asintió—, me he enterado de algo y no quiero creer que él ha sido el responsable.

—¿De qué hablas?

—Yo ya te contesté una pregunta, ahora dime tú la respuesta a la que yo te hice.

Ahora entiendo porqué Clark es un buen cazador.

—Discutí con Byron.

—Que novedad —se mofó con ironía—, la pregunta aquí es, ¿Por qué fue esta vez?

—Se comportó extraño, creo que la pelea lo afectó demasiado y empezó a discutir de nuevo cuando intenté arreglar las cosas —. Negué sin entender lo que había pasado—. No me quiere cerca y ni siquiera tiene una buena razón para hacerlo. No sabe explicarme su razón, ni siquiera sé si me escucha cuando hablamos y creo que hasta me odia.

—Hey... —. Murmuró y colocó su mano en mi espalda para dar pequeñas caricias—. Sé que Byron es complicado, pero no creo que te odie porque yo mismo he visto lo mucho que te ama.

—Sí bueno, me pidió que me alejara de él.

—¿Que hizo qué?

—Lo que escuchas —murmuré mirando mi mano vacía—, y ni siquiera me detuvo cuando lo dejé. Sólo... Se quedó ahí, sin decir nada.

—¿Cómo es posible que haya hecho algo así? —. Preguntó histérico.

—Ni siquiera lo sé —. Me encogió de hombros al verlo—. Aunque creo que en el fondo tenías razón y yo sólo fui un problema que debiste evitarle a Byron o al menos a mí.

—Sabes que jamás lo dije en ese sentido —negó rápidamente—, y me arrepiento de haberlo dicho ahora porque claramente ese comentario parece haberte afectado.

Me encogí de hombros.

—Creo que debí haberte escuchado antes e irme en cuanto tuve la oportunidad —murmuré y ahogué mi llanto al hablar—, creo que hubiese sido una molestia menos para Byron.

—Tú no eres una molestia para él y lo sabes muy bien.

Me levanté de mi lugar y hablé llena de coraje puro.

—No, eso es lo que yo creía hasta que el mismo Byron me dio a entender que prefería estar a mil metros lejos de mí antes de que, de nuevo, le diera otro problema. Como si la única pieza que no encajara en su vida fuera yo.

La Luna Del Alfa Luna Nueva ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora