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Me siento en un lugar apartado y visualizo la carrera desde el momento en que suben los chicos al bloque de partida hasta cuando llegan a la pared. Visualizo el tiempo exacto que quiero ver en la tabla de resultados. Nathan está un poco nervioso, lo noto por sus movimientos.

A Fernando le gana el chino Yáng la medalla de oro por trece centésimas en la final de cuatrocientos estilos masculino y Armando queda de tercero llevándose la medalla de bronce. Todos nos alzamos y celebramos a los tres vencedores.

Diez minutos antes de la competencia femenina, hago una rutina rápida superintensa de treinta segundos de flexiones, para calentarme.

– Recuerda nunca pienses que vas a perder, o si no perderás un poco de velocidad – me detiene y me dice Nathan mientras vamos caminando a la piscina – Solo relájate, no te estreses por nada, solo disfruta y diviértete – yo solo asiento.

Faltan unos cuantos minutos en el cronómetro, miro a Nathan un poco nerviosa y él me asiente. Ahora todo depende de mí. Solo tengo en mente ¿Seré capaz de ganar?; respiro hondo y trato de no pensar en más nada, solo tengo en mente la competencia, visualizo la victoria. Este es el momento, mi momento... me subo al bloque y escucho las palabras: "En sus marcas, listos... fuera". Suena el silbato.

No escucho más nada y empieza la competencia. Me lanzo al agua y comienzo a nadar los primeros cincuenta metros. Tanto esfuerzo, todo el sufrimiento y todo el tiempo dedicado se resume al ahora a este momento. Esta vez no miro hacia los lados, me concentro solo en mí. Quiero llevar la medalla a casa, QUIERO GANAR. Yo lo deseo.

Eso es lo más hermoso de esto. De alguna forma solo soy yo sola contra el tiempo, yo contra mí.

Paso los primeros cincuenta, después los cien, luego ciento cincuenta metros. Empiezo a sentir en mi espalda y en mis hombros el peso del agotamiento. Sin embargo, solo me quedan los últimos cincuenta. Es aquí y ahora que tengo que darlo todo. Toco la pared con mis pies y me impulso para ir con todo en el último tramo. Siento la explosión de toda la adrenalina por mi cuerpo...  Y siento que ya no soy capaz, no puedo más. Hasta que siento la lisa pared con mis manos y levanto la cabeza para respirar y me quito los lentes para ver el marcador. No lo puedo creer me acabo superar a mí misma. Fije un nuevo récord de 3:30,62 y siento que mi pecho va a estallar de la felicidad y al mismo tiempo por falta de aire. Ahora puedo escuchar al público aplaudir y lágrimas de felicidad se esparcen por mi rostro, Nathan corre hacia mí y me ayuda a salir del agua.

– ¡Sabía que lo lograrías! – Me abraza fuertemente y me alza – Estoy muy orgulloso de ti, no tienes idea – las lágrimas aún brotan por mis mejillas.

– Estoy agotada – exhalo y él me sonríe, luego se separa un poco más. Las demás chicas se acercan me dan un abrazo de felicitaciones y otras solo me tienden la mano.

Luego de que les colocan las medallas a los chicos, las chicas nos colocamos en nuestras posiciones, mientras nos entregan un pequeño ramo de flores y luego nos colocan nuestras medallas, la beso y se la muestro a los chicos, muy orgullosa.

– Te lo mereces – dice Armando cuando llego a ellos – no sabía lo buena que eras.

– Gracias – le digo abrazándolo con fuerza – Solo que hubiera deseado que mis padres lo vieran.

– Pues la competencia se ha transmitido por cable – dice Nathan acercándose – No te lo había dicho porque quería que fuera sorpresa, además no quería que te distrajeras o te sintieras nerviosa, les avise a tus padres en que canal se transmitiría y lo han visto.

– ¿En serio? – él asiente – ¡Gracias Nathan! – lo abrazo emocionada.

– No tienes que agradecerme – acaricia mi espada.

– Bien chicos ¡esto hay que festejarlo! – Grita Fernando – que tal si vamos a un bar y celebramos toda la noche – todos asentimos. 

Mi ProfesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora