Estoy acostada en la camilla con los ojos cerrados tratando de soportar la contracción que acaba de darme, escucho que la puerta se abre, abro los ojos y él aparece.
– Nathan... – él camina hacia mí y me besa la frente – Nathan, lo siento – sollozó – ¿Dónde has estado? Estaba tan preocupada por ti.
– Tranquila, ya estoy aquí – me acaricia el cabello y me sonríe – Hablaremos de eso luego.
Estamos en el área de maternidad y durante casi dos horas caminar por los pasillos, pensar y moverme me ayudó bastante; ya las contracciones son mucho más seguidas y más duraderas, pero ya no siento miedo, ni dolor, solo tranquilidad y demasiadas ganas de conocer a mi hijo, Nathan está conmigo, su presencia es fuerte y me hace sentir muy segura, sé que nada malo nos puede pasar a mí ni a mi bebé dentro de esta fría sala porque él está aquí. En todo momento está conmigo, me hace masajes, cariños y conversamos de cualquier cosa, nos reímos de los nervios y así hemos estado sin darnos cuenta de lo rápido que ha estado pasando el tiempo.
Vuelvo a la camilla y las contracciones son cada vez más intensas y seguidas, hasta que vienen una tras otra cada 1 minuto. La partera aparece por la puerta y me hace un tacto para ver cómo va la dilatación. Había investigado antes sobre esa revisión y eran bastante escalofriantes, pero por suerte ni siquiera lo siento, porque ya tengo aproximadamente cinco centímetros de dilatación.
Cada vez que me viene una contracción yo la recibo de buena forma y no entro en pánico, solo me agacho, camino, respiro profundo o me arrodillo. Le pido a Nathan que salgamos otra vez a caminar por el pasillo, podemos escuchar a muchas niñas y mujeres llorando y gritando de dolor, todas están en sus habitaciones.
Las contracciones empiezan a llegar cada vez más fuertes y seguidas, ya me siento como una fiera en metamorfosis, le pido a Nath que regresemos a la habitación. Al entrar me siento en la camilla con la cabeza apoyada en el hombro de Nathan por mucho tiempo y con los ojos cerrados y sintiéndome en otro lugar, las sensaciones son lacerantes, agudas, cálidas, excitantes, energizantes, intensas y muy profundas, vienen desde mis caderas y suben por todo mi cuerpo. Ya llegan una tras otra, yo me muevo, grito, y siento que hiervo en el fuego, mientras la partera y Nathan me apoyan. Estoy un poco cansada, y busco una posición semisentada, pero me siento fuera de mí, estoy demasiado agotada, y ya no sé cómo recibir las fuertes contracciones. Puedo sentir a mi hijo más cerca; mi cuerpo está muy exhausto y no puedo pensar en qué posición estar...
Me recuesto en la camilla, semisentada con las piernas abiertas y agarro fuertemente a Nathan, frente a mí está la partera. Me asusta partirme en dos, estoy sintiendo una presión muy intensa que creo que me voy a rajar y explotar por todos lados.
Después de pujar varias veces por fin sale, y cuando lo hace no me duele nada, fue como un pequeño pingüino resbaloso que saliera de mi vagina. Es impactante, estoy en éxtasis y drogada de felicidad, no lo puedo creer, mi hijo ha nacido. Lloro de alegría y emoción. Me siento satisfecha y siento un amor infinito en ese momento... Es un momento único y apasionante, es una experiencia que no puedes transferir a otro cuerpo. Solo se comprende cuando se vive.
Estoy en shock aún y no sé muy bien lo que está pasando a mi alrededor, en este momento solo me preocupo por él, por mi bebe. Las enfermeras que estaban asistiendo a la partera se llevan a mi bebe a una esquina para revisarlo y Nathan se acerca a ellas.
– Es... Una niña – se cubre la boca cuando la ve y comienza llorar – Es hermosa.
Sonrío, verlo así me hace muy feliz, él sabe que es su hija, se acerca a mí me toma de la mano y la besa.
– ¡Gracias! – Ahora besa mi frente – Gracias por haberme permitido estar presente.
– No te iba a echar de la habitación – digo exhausta – Te necesitaba – le sonrío – Carol me lo ha contado todo.
– Hablaremos de eso luego – vuelve a besar mi frente.
– Tenemos que llevarnos a la bebe, para poder revisarla es muy pequeña aún – me siento desilusionada, no tengo la oportunidad de verla, simplemente se la llevan de la habitación.
– ¡Es hermosa! – Nathan me da un apretón de mano – Iré a avisarle a tus padres que ya ha nacido – me besa la mano y sale de la habitación.
Una enfermera me ayuda a levantarme para limpiarme y cambiarme de bata, luego me ayuda a acostarme y sale de la habitación, pero antes me dice que pronto podré ir a ver a la bebe.
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Mi Profesor
RomanceAria Ripoll es una estudiante universitaria. En su primer día como estudiante en la Universidad se encuentra con Nathan. Aria descubre pronto que tiene sentimientos hacia Nathan y se niega sacarlos a la luz. Aria y Nathan finalmente deciden salir; p...