Día 30: Día de Revelaciones - Parte 2/2

133 24 24
                                    



«Y»


Mataría por no tener que hablar de esto. No saben cuánto, o debería decir... ¿a cuántos?

Era tiempo, sí, me la pasé hablando de vez en cuando del tema. Prácticamente yo le induje el bicho de la curiosidad a mi nueva mejor amiga y tenía que hacerme responsable de mis acciones. Recordar lo que he tratado de olvidar por tres meses.

Aunque...quizá necesite algo de alcohol.

No, no más alcohol. Se lo prometí. Yo rompería el patrón.

Aun así, necesitaba algo con qué darme valor. Y como el inmaduro que soy, nos lleve — a G y a mí — a la tienda de conveniencia más cercana para comprar un batido de todos los colores, caminar hasta el parque más cercano y sentarme misteriosamente en el banco más alejado que existiera...Y así lo hice, y G me miró raro en cada paso que di; sin embargo, no dijo nada. Ni una sola palabra.

Sorbo un poco más de mi batido antes de decidir hablar.

Así que...Esto es lo que tengo que hacer para cerrar esa máquina eterna de palabras llamada tu boca.

— ¿Cuándo me lo dirás? Ahora o después de tu batido.

—Wow. Nada de desviaciones, ¿eh? — le digo dándole una sonrisa ladina.

—Zedd — regaña. Bien, al parecer mis encantos no funcionan.

Me rindo expresándolo con un suspiro

—Ya sé. Solo...No es fácil, ¿sí? — Ella asiente. Lo cual lo hace peor —. Bien, ¿cómo empiezo? -otra incómoda pausa, un suspiro -. Está bien.

Y, respira — dice Gigi tomando mi mano, la aprieto más antes de hablar.

— ¿Sabes por qué regresé a Chicago después de tantos años?

—Querías pasar más tiempo con tu mamá — supone ella. Yo niego. Ojalá hubiera sido por eso.

—No, no — digo haciendo una pausa —. Mi padre falleció en diciembre. Tenía cáncer, de páncreas — revelo. Los recuerdos de sus últimos días regresan. Siento como la mano de G me aprieta.

De reojo veo cómo ella se inclina hacia mí, la sorpresa en su rostro. Yo solo quiero observar el parque —. Dios...Y, lo siento tanto. Oh mi Dios, Y. Lo s-siento tanto — gimotea. Pasan unos segundos antes de que la mire. Ha estado muy callada. Cuando la veo, noto cómo una solitaria lágrima se resbala de sus empañados ojos.

Al principio creo que es exagerada su reacción pero, pensándolo un poco, es normal en G. La socarrona G que por dentro no es más dura que un tofe de mantequilla y leche. El recuerdo de cómo lloró cuando Max y Todd se pelearon, lo mucho que ella ama a sus padres y lo increíblemente sensible que es...Realmente eres una blandita, ¿eh?

—Hey, está bien — digo abrazándola. Por alguna razón verla llorar hace que quiera llorar también. Rayos.

—E-es que — solloza —...No lo sabía y...y he sido una insensible cada vez que te preguntaba sobre tu papá.

—G, si usaras maquillaje apuesto que tendrías ojos de panda ahora mismo — bromeo tratando de aligerar el ambiente y animarla un poco pese a que mis ojos pican y siento como se me cierra la garganta. Lo consigo cuando ella se ríe.

Ella toma aire y suelta mi mano para secarse las lágrimas que le siguieron a la primera. Yo hago lo mismo.

— ¿Mejor? — pregunto.

WeirdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora